La 10ª Cumbre Empresarial China, organizada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Consejo Chino para el Fomento del Comercio Internacional (CCPIT) empieza este viernes, 14 de octubre, en Tangshan, China. La cumbre tiene como objetivo fortalecer y ampliar las relaciones comerciales entre China, América Latina y el Caribe con paneles de discusión entre empresarios y autoridades gubernamentales y reuniones de negocios uno-a-uno.
Es una gran oportunidad para discutir las relaciones comerciales entre AmLat y China.
La importancia estratégica de China como socio latinoamericano en materia comercial y de inversiones es indiscutible. Se espera que los inversores chinos tengan una participación activa en las concesiones de obras de infraestructura que los gobiernos latinoamericanos planean llamar en los próximos meses.
En el plano comercial, después del fin del ciclo de los productos básicos, el gran desafío de AmLat es diversificar sus exportaciones a China y agregarles valor, particularmente en el área donde es más competitivo: los agronegocios. Las crecientes restricciones de oferta, impuestas por la escasez relativa de la tierra y del agua, y las perspectivas de una demanda en aumento, estimulada por el incremento de la renta per cápita y por la urbanización, sugieren que el fin del ciclo no es más que eso; es decir, una interrupción fugaz en medio de una tendencia creciente de las importaciones de alimentos. AmLat, como productor agropecuario grande y competitivo, cuenta con todas las condiciones necesarias para incrementar la oferta y satisfacer las necesidades de la demanda china.
Sin embargo, esto difícilmente ocurra a menos que la región adopte una política comercial más pragmática y activa, guiada fundamentalmente por evaluaciones técnicas de los principales obstáculos a enfrentar.
Como demuestra un estudio reciente llevado a cabo por el BID va a ser difícil que se repitan las ganancias fáciles del pasado.
Por ejemplo, China impone una amplia gama de barreras arancelarias y no arancelarias que limitan seriamente la expansión, diversificación y sofisticación de las exportaciones latinoamericanas.
Los derechos de importación impuestos sobre las exportaciones latinoamericanas de productos agrícolas y manufacturados alcanzan un promedio ponderado que se ubica entre el 17% en Argentina y 16% en México para exportaciones agrícolas e 13% en Argentina y 9% en Brasil para exportaciones manufactureras –más del doble con respecto al promedio de la OCDE.
La política tributaria y los subsidios también perjudican significativamente las exportaciones agrícolas, aunque de un modo menos visible. La política tributaria genera una protección adicional de gran magnitud, al conceder la exención del impuesto al valor agregado (IVA) a los productores locales. Con respecto a los subsidios, la OCDE, por ejemplo, enumeró 124 programas activos, que van desde pagos vinculados al uso de insumos hasta pagos basados en el área cultivada, el tipo de animal criado o el rendimiento. Se calcula que, en 2014, estos programas habían alcanzado los US$ 54.200 millones, que equivalen al 4 % de la producción agrícola. Se trata de un número considerable, pero aún sustancialmente inferior a lo que se deja de recaudar por la exención del IVA. Esto último puede llegar a US$ 1,1 billones, que equivalen al 13 % de la producción agrícola —suponiéndose que está siendo plenamente aplicado.
Como si los pesados obstáculos impuestos por los subsidios y por los aranceles no fueran suficientes, los exportadores agrícolas tienen que hacer frente a un desafío aún más complejo: las barreras no arancelarias (BNA), que incluyen las medidas técnicas (normas y medidas sanitarias y fitosanitarias) y las no técnicas (el comercio estatal, los contingentes arancelarios y los controles de precios).
El impacto de estas medidas se puede calcular mediante un análisis de la diferencia entre los precios internos e internacionales de los productos agrícolas en China, algo que llamamos “diferencial de precios o protección nominal”.
Aunque los derechos de importación y los subsidios continúen ubicándose en niveles elevados, descendieron marcadamente después de la incorporación de China a la OMC en 2001. Sin embargo, el diferencial de precios viene creciendo de un modo casi exponencial desde 2008. Esta variación solo puede ser explicada por la creciente importancia relativa de las BNA. En 2014, el diferencial de precios agrícolas llegó al 24 % (es decir, los precios en China eran un 24 % más altos que los del mercado internacional), comparado con un arancel promedio del 13,4 %. Este diferencial de precios es particularmente relevante para productos de exportación clave de AmLat, como la carne bovina y la de pollo.
Nuestras estimaciones sugieren que, por ejemplo, si la frecuencia y el alcance de las barreras técnicas impuestas por China se redujeran hasta los niveles de la OCDE (lo cual significaría reducir su número a la mitad), las exportaciones agrícolas de Latinoamérica podrían aumentar entre un 13% y un 17%. Brasil y otros países latinoamericanos, como Argentina, Chile y Uruguay, ya han logrado avances en esta área, dados por la apertura del mercado chino de carnes y el incremento del número de establecimientos autorizados para exportar. No obstante, estos avances están lejos de superar las restricciones existentes. Por ejemplo, mientras Brasil logró aprobar 16 establecimientos exportadores de carne bovina, sus mayores competidores internacionales, como Australia y Nueva Zelanda, ya tienen entre 40 y 50 establecimientos aprobados.
Estos desafíos podrán superarse únicamente si los gobiernos latinoamericanos asumen una actitud profesional y técnica para definir sus objetivos de política comercial, particularmente en lo que respecta al mercado chino.
La mayoría de las regiones de América Latina carece de una estructura institucional robusta, que incluya al gobierno, al sector privado y a la academia, capaz de producir y analizar una masa crítica de inteligencia comercial. No se trata tan solo de hacer promoción comercial, por importante que esta actividad pueda resultar. Es fundamental que los técnicos del gobierno y la academia sean capaces de invertir en la recepción y el análisis de datos vinculados a las barreras comerciales —información que, en la mayoría de los mercados asiáticos, es de difícil acceso— para que puedan tomarse decisiones de política comercial informadas. Seguir tomando decisiones basadas en la ideología o en percepciones subjetivas es condenar a la región a perder valiosas oportunidades para diversificar y sofisticar sus exportaciones.
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