Para muchos países Panamá parecerá sólo sinónimo de su Canal o, peor aún, de algunos escándalos del momento. Eso ignora cuánto se ha diversificado la economía del país en las últimas décadas. Sin embargo, en ese proceso los panameños hemos desarrollado una adicción al cemento, confundiendo rascacielos por desarrollo, y nos hemos olvidado de diversificar la economía hacia la generación de conocimiento.
Hoy se sabe que para los países en desarrollo, incluso más que para los desarrollados, invertir en investigación científica, tecnología, innovación y talento humano es la clave para dar saltos de crecimiento económico, impulsar la competitividad y mejorar la calidad de vida.
Dominar conocimiento no se improvisa. Por eso es necesario contar con políticas públicas estables de apoyo a la ciencia, tecnología e innovación (CTI). Sin continuidad una política difícilmente puede llamarse política y Panamá no es ajena a este desafío. Analizar estas políticas en las últimas dos décadas en Panamá sirve para evaluar estrategias de cómo vencer este reto.
Institucionalidad y formación de masa crítica
Cuando Panamá creó la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senacyt) en 1992, varios países latinoamericanos ya contaban con organismos nacionales de ciencia por décadas. Una causa de nuestro retraso probablemente tiene relación con la naturaleza comercial de la economía panameña. Con un limitado sector industrial que consuma ciencias, Panamá cayó en el error de considerar a la investigación científica como un lujo, aún más que otros países, y le asignó una baja prioridad.
Afortunadamente, en 1985 un pequeño grupo de ciudadanos, preocupados por esta situación, fundó la Asociación Panameña para el Avance de la Ciencia y su liderazgo resultó en la creación de Senacyt, actualmente el eje principal de las políticas nacionales de CTI. Como resultado, para fines de la década de 1990 el país contaba con una ley marco, un requisito de formular planes quinquenales, un programa de becas doctorales, y fondos concursables para eventos de ciencia, además de haber agregado innovación al nombre de Senacyt, sin alterar las siglas, entre otros avances.
En mi opinión, el núcleo principal de la política que se propuso desde ese período consiste en crear una masa crítica de especialistas de alto nivel capaces de avanzar el estado de la ciencia, la tecnología y la innovación en el país, reconociendo que para hacerlo se requiere talento.
En 1998, un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), uno de los primeros en el área de ciencia y tecnología a países pequeños, logró cambiar la escala y alcance de la política de CTI. Los recursos adicionales permitieron establecer laboratorios de investigación, la primera red de acceso público a Internet y el primer programa de fondos para innovación. Estas acciones generaron apoyo y evidencia temprana del potencial de la política de CTI para el país.
El Instituto de Investigaciones Científicas Avanzadas y Servicios de Alta Tecnología (Indicasat) es un laboratorio de investigación creado por Senacyt en el 2002 para promover el avance científico y tecnológico de Panamá. Sus líneas de trabajo incluyen biomedicina, biotecnología, química de productos naturales, inmunología, neurociencias, farmacología, toxicología, parasitología y ensayos clínicos, entre otras. Foto: Indicasat.
El apoyo del BID también jugó un rol estabilizador de la política de ciencias, ya que la ejecución de sus compromisos cruzó dos administraciones gubernamentales, hasta inicios de la década de 2000. A pesar de esto, inevitablemente ese momento de relevo gubernamental sí representó un cambio de prioridades en un aspecto crucial: el programa de becas doctorales dejó de existir.
La voluntad de competir
En la segunda mitad de la década de 2000 la política de masa crítica retornó con bríos. Panamá aumentó de forma importante la inversión en varios rubros. Los recursos permitieron retomar el programa de formación doctoral en el extranjero, aumentando de los aproximadamente 30 becarios del programa original a más de 300 doctorandos y otros cientos becarios de maestría o áreas especiales. Simultáneamente, en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) se iniciaron fondos concursables con montos de decenas o cientos de miles de dólares por asignación.
Uno de los aspectos trascendentales de la evolución de la política de ciencia, tecnología e innovación (CTI) en ese momento fue la voluntad de la comunidad científica de someterse a estándares internacionales de evaluación de trabajos de ciencia. El mejor ejemplo fue la introducción del proceso de evaluación de pares para propuestas de I+D que compiten por fondos. El proceso exige que la mayoría de los evaluadores sean extranjeros de nivel doctoral y reputación internacional. Esta medida resolvió problemas de conflictos de intereses, de disponibilidad de evaluadores y conectó a Panamá con la red de talento internacional.
A estas políticas de lograr masa crítica de excelencia se sumaron las políticas de descentralización y rendición de cuentas. La Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt) se convirtió en una institución autónoma para agilizar su gestión y los laboratorios que operaban bajo esta pasaron al sector no gubernamental, pero sin restarles apoyo financiero. Varios otros instrumentos fueron apareciendo, incluyendo el Sistema Nacional de Investigación para estimular a investigadores y el Fondo Sectorial de I+D alimentado por ingresos del sector de telecomunicaciones para financiar investigación establemente en ese sector.
Sin embargo, como había ocurrido anteriormente, a inicios de la década de 2010 la prioridad de formar una masa crítica de especialistas volvió a cambiar en favor de obras civiles de infraestructura, aunque fueran para el sector de ciencias. Por fortuna, gracias a la experiencia previa, un nuevo préstamo del BID para fomentar la CTI ya estaba listo. En esta ocasión, sí incluía la formación de especialistas, entre otros temas, y sirvió como puente estabilizador entre las dos administraciones gubernamentales para amortiguar el cambio de prioridad.
En general, la política nacional de CTI se mantuvo igual y siguió aumentando el presupuesto de Senacyt, excepto que el cambio de énfasis fue drenando los recursos de los fondos concursables, causando la deserción de investigadores y una fuga de cerebros. A mediados de esta década el énfasis retornó otra vez a la política de formar masa crítica y apoyarla para surgir, aunque con menos recursos por investigador que antes pues el número de ellos sigue creciendo en función del programa de becas doctorales.
Grupo de ex becarios de Senacyt durante un seminario de divulgación en 2015. Foto: Senacyt
Retos para el futuro
Es interesante observar que la mayoría de los instrumentos de la política de ciencia, tecnología e innovación (CTI) han tenido continuidad, a pesar de altibajos de financiamiento. Esto sugiere que implementar la política de CTI en componentes separables, útiles en sí mismos, es una forma de protegerlos contra los cambios de prioridad. También llama la atención que en cada otra administración gubernamental la política de CTI es consistentemente la misma, incluso para dos partidos políticos rivales. Aunque esto puede parecer el proverbial vaso medio vacío, en realidad revela un alto grado de consenso y esfuerzo por estabilizar la política pública de este sector.
El principal reto en este momento para esta política consiste en asegurar la reinserción de becarios, especialmente los doctorales. Esto requiere aumentos sustantivos de inversiones en universidades y laboratorios nacionales que permitan un ambiente productivo para su talento. No es sorpresa que los jóvenes investigadores recién formados aspiren a dirigir estos cambios.
También es fundamental aumentar la disponibilidad de capital de riesgo para fomentar la aplicación productiva del conocimiento, mejorar la base escolar para elevar el número de alumnos idóneos para ciencias, y tomar medidas ya conocidas para fortalecer un entorno de ciencia e innovación que colabore con el desarrollo nacional.
Puedo resumir la política de CTI que ha seguido Panamá de la siguiente manera: encontrar talento de ciencias y apoyarlo. Esa masa crítica de talento tendrá como misión colectiva empinarse sobre tantos castillos de cemento y construir un país de ciencia capaz de inventar un futuro de bienestar nacional más profundo y transformador que la ampliación del Canal.
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Muy importante consolidar la institucionalidad para lograr objetivos nacionales.
Me parece un tema de total actualidad. Mas cuando Panama esta en la onda de su nueva integración de la extension del canal. Pero siempre he oido, que no tiene mano de obra, industrias y menos agroindustrias, cero agricultura. Economia de Puertos. Nada que procesar. Cuendo se integren a desarrollar la manufactura, se veran con otros problemas adicionados de su falta de destrezas, habilidades y entrenamiento en el uso de la herramienta. Allí es donde tiene que trabajarse en el montaje de empresas manufactirera e irse a la producción y no quedarse en los servicios y el comercio. Leí este trabajo del BID investigado por este ingeniero en sistemas, doctor, Julio Escobar y me parecio como dicen: una piedra en el zapato. Muy bueno. Felicitaciones. Me gustaría trabajar en proyectos de esta naturaleza. Planificar, Desarrollar y ponerla en actividad.