La reciente adaptación de Cien años de soledad de Netflix ha generado un gran revuelo y revitalizado el interés en la obra de Gabriel García Márquez. Entre los personajes memorables que destacan, se encuentra Úrsula Iguarán. Úrsula es una mujer latinoamericana y a la vez universal. Se presenta como la eterna cuidadora de los Buendía en todas las etapas de sus vidas y condiciones físicas y mentales. Más allá de la ficción, se convierte también en un puente entre el imaginario colectivo de Macondo y la realidad que enfrentan millones de mujeres en América Latina y el Caribe.
Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las mujeres asumen desproporcionadamente tanto el trabajo de cuidado remunerado como no remunerado. De los 9 millones de personas que se dedican al cuidado remunerado en América Latina y el Caribe, el 95% son mujeres.
Como personaje emblemático de esta gran obra de la literatura latinoamericana, Úrsula simboliza la lucha de nuestras madres, tías, abuelas y de todas las mujeres que sostienen familias y comunidades enteras. En su gran mayoría, sin recibir reconocimiento ni remuneración. En este sentido, su figura no solo revive en las pantallas, sino también en las vidas cotidianas de todas aquellas que continúan llevando sobre sus hombros la labor esencial, pero invisibilizada, del cuidado.
Hoy, en homenaje a todas las “Úrsulas” de la vida real, comparto cinco recomendaciones clave para que, dado el volumen de la demanda y su potencial, el cuidado se profesionalice y transforme en una labor remunerada y por lo tanto herramienta de desarrollo para las mujeres.
Esta visión, además de mejorar las condiciones de vida de las cuidadoras, se presenta en el momento más oportuno para atender una necesidad demográfica urgente. Según datos de la iniciativa BID Cuida, para 2050, uno de cada cuatro habitantes de nuestra región será mayor de 60 años, lo que exigirá un sistema de cuidados robusto y sostenible.
Cinco recomendaciones para que el cuidado sea una herramienta de desarrollo para las mujeres
1. Reconocimiento del cuidado como una estrategia para impulsar equidad y oportunidades laborales retribuidas económicamente
Los servicios de cuidado pueden impulsar el desarrollo económico al facilitar una mayor participación de las mujeres en la fuerza laboral formal. Esta participación representa un camino para incrementar sus ingresos y por lo tanto el crecimiento en la región.
En sintonía con el momento actual, y dado su volumen y demanda, los cuidados también representan una oportunidad para las empresas que quieran incursionar en ese giro. Este rol supondría beneficios tanto para el sector público como el privado.
2. Inversión en infraestructura de cuidado
La creación y desarrollo de centros de primera infancia, personas mayores y personas con discapacidad que requieren apoyo es clave para aliviar la carga sobre las mujeres cuidadoras y generar empleo. Esto fortalece a la vez las comunidades y su economía local.
3. Formación y certificación de la fuerza laboral del cuidado
Profesionalizar y formalizar el trabajo de cuidado es esencial para otorgar dignidad y valoración a esta labor. Programas de capacitación y certificación permiten a las cuidadoras adquirir habilidades necesarias, mejorar sus condiciones laborales y obtener credenciales formales para acceder a mayores oportunidades en el mercado laboral.
4. Políticas que fomenten una distribución más equitativa de las responsabilidades del cuidado
Implementar políticas que fomenten la corresponsabilidad entre hombres y mujeres en la familia como licencias parentales equitativas y programas educativos. Esto debe hacerse a nivel comunitario, público y en asociación con el sector privado.
5. Financiamiento innovador
La creación de sistemas de cuidado accesibles requiere un compromiso económico sólido y continuo. Desde el BID, se propone asegurar los recursos necesarios a través de mecanismos financieros sostenibles, alianzas público-privadas y la integración del cuidado como una prioridad en los presupuestos gubernamentales a favor de las poblaciones más vulnerables. Esto garantizaría la sostenibilidad de los servicios y evitaría que recaigan únicamente en esfuerzos individuales o en el mercado laboral informal.
Estas acciones no solo habrían transformado la vida de Úrsula Iguarán, sino también la de millones de mujeres en los “Macondos reales” de nuestra región. Implementarlas es una oportunidad invaluable para reducir desigualdades, impulsar la autonomía financiera de las cuidadoras y construir sociedades más equitativas y resilientes.
Más que un acto de humanidad, el cuidado es un catalizador para el desarrollo económico y social. Invertir estratégicamente en este ámbito no solo alivia la carga histórica sobre las mujeres, sino que impulsa su participación económica formal.
Úrsula Iguarán nos recuerda que, detrás de cada comunidad próspera, hay una red de cuidado que merece ser valorada y visibilizada. Convertir esa red invisible en una estructura sólida, reconocida y remunerada, no solo es un acto de justicia. También es una oportunidad única para avanzar como sociedad.
Si quieres conocer más sobre estas recomendaciones, consulta el menú interactivo del BID o explorar su iniciativa BID Cuida.
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