La pasada semana asistimos, como especialistas de género, al seminario sobre Género y transporte en México del BID. En parte por los debates, en parte en las conversaciones de café que suscitaron, nos dimos cuenta de que nuestras experiencias en el transporte público son muy distintas:
Andrew: He viajado en transporte público por todo el mundo: en Washington D.C. donde resido, Cairo, Lima y hasta Myanmar. En general, siempre me he sentido muy cómodo y cuando no ha sido así se ha debido al hacinamiento y no a mi seguridad personal. Mi máxima preocupación es tropezarme con un carterista y, como viajero experimentado, sé cómo minimizar este riesgo (mi truco: tener un billetera vieja con algún billete de poco valor en un bolsillo de fácil acceso y el resto en un sitio más seguro).
Andrea: Después de oír miles de historias sobre acoso sexual en el transporte público y de haber estado en una situación muy incómoda en el tranvía de Estambul, cada viaje que hago -tanto en Washington DC, donde vivo, como en América Latina- viene acompañado de una estrategia. De día, busco un asiento o un puesto cerca de otras mujeres para evitar ser tocada inapropiadamente. De noche, analizo qué calle está más iluminada y qué estación es más frecuentada y trato de ir acompañada.
¿Qué explica estas diferencias? Nuestro sexo. Las mujeres viajan con el temor permanente de sufrir tocamientos y otras formas de acoso sexual, los hombres no. Los datos de nuestra región en ese sentido son altamente preocupantes. En Bogotá y Lima el 64% y 60% de las mujeres, respectivamente, temen sufrir una agresión sexual en el transporte público. De hecho, un estudio de 15 ciudades a nivel mundial reveló que las tres con sistemas de transporte más peligrosos para ellas son Bogotá, México D.F. y Lima.
Inseguridad y sistemas pensados más para ellos
¿Qué hacer para reducir estos niveles de inseguridad? Algunas de las propuestas que especialistas de transporte y género exploramos en México fueron estas:
- Espacios exclusivos para mujeres: México D.F. o Rio de Janeiro han puesto en marcha los vagones rosas, que mejoran la seguridad de las mujeres pero que han sido muy criticados por no afrontar el problema de fondo: las conductas de los hombres que generan esta necesidad. Lo cierto es que los vagones rosas pueden ser eficaces en el corto plazo, pero siempre y cuando vayan acompañados por acciones complementarias.
- Campañas de educación para cambiar normas y conductas (como la de los Supercívicos).
- Más seguridad: Instalación de cámaras, agentes de seguridad y mejor iluminación en estaciones, trenes y buses.
- Nuevas tecnologías: Adaptar apps existentes a la realidad latinoamericana para que las mujeres puedan acceder a información actualizada sobre zonas de riesgo o georreferenciar su localización.
Pero además de la seguridad, hay otras maneras en que el transporte público no responde a las necesidades de las mujeres, ya que por décadas éste ha sido concebido para responder a las necesidades de los hombres, que suelen limitar sus viajes del hogar al trabajo. Mientras, las mujeres suelen hacer viajes más cortos y en cadena, acompañadas de niños o adultos mayores y no se limitan a la hora punta. Por eso es preciso:
- Desagregar datos por sexo e incluir preguntas específicas en las encuestas de movilidad para recolectar mayor información sobre cómo viajan las mujeres.
- Analizar los costos que supone para las mujeres realizar viajes en cadena y/o acompañadas, para poner en marcha tarifas integradas y subvenciones que ayuden a reducirlos.
- Adaptar los diseños a la fisionomía de las mujeres y a sus necesidades como cuidadoras de otros, como lo ha venido haciendo Transport for London.
El objetivo final es que, te llames Andrew o Andrea, la mayor aventura que puedas contar de tu próximo viaje en metro o bus sea que te saltaste una parada o, mejor aún, fuiste testigo de un flashmob.
Anhelo Victoria Dice
Interesante, aunque en Venezuela por ejemplo, las mujeres estamos pendientes de que no nos roben en los autobuses y eso nos permite estar alertas a cualquier comportamiento extraño de otro usuario sea hombre o mujer
Andrea Monje Dice
Hola Anhelo,
Muchas gracias por tu interés en el post y por tus comentarios. Definitivamente pienso que Venezuela es un caso interesante porque los niveles de violencia son tan elevados que la gente, sean hombres o mujeres, tienen que ser muy cuidadoso y estar alerta en todos lados, lo cual ayuda a evitar ciertos tipos de acoso . Sin embargo, la violencia no solo se expresa con tocamientos inapropiados, sino también con miradas lascivas, fotografías sin autorización o incluso con “piropos” que muchas veces son vistos por los hombres como cumplidos, pero que para las mujeres representan más una amenaza ya que muchos son comentarios vulgares e irrespectuosos contra ellas. Y lastimosamente esto es muy común en toda América Latina, incluyendo Venezuela.