
Hace solo unos años, comprar un café o hacer la compra en América Latina significaba casi siempre recurrir a dinero en efectivo. Si avanzamos hasta 2025, el panorama ha cambiado radicalmente: los pagos digitales para compras en persona casi han triplicado su cuota de mercado, pasando del 11% en 2020 al 30% en 2024. No se trata solo de una tendencia tecnológica, sino de una transformación de la forma en que las personas viven, trabajan e interactúan con la economía. Desde los bulliciosos centros urbanos hasta las remotas poblaciones rurales, los teléfonos inteligentes y las billeteras digitales son cada vez más esenciales para realizar las compras y transacciones financieras cotidianas. La región está en plena ola de digitalización de los pagos, y el impulso es innegable.
Sin embargo, como lo revela nuestro reciente estudio, la promesa de los pagos digitales aún se enfrenta a muchos desafíos, como el acceso desigual a la tecnología, los bajos conocimientos financieros y los persistentes problemas de confianza. Aunque más del 50% de los consumidores de casi todos los países de América Latina y el Caribe prefieren los pagos electrónicos al efectivo y más del 70% de las empresas realizan sus compras mediante opciones digitales, siguen existiendo obstáculos, sobre todo para las personas mayores, las poblaciones rurales y las pequeñas empresas. Estos grupos carecen a menudo de la infraestructura, los conocimientos o la confianza necesarios para participar plenamente en la economía digital.
Tendencias actuales en los pagos digitales
Nuestro estudio rastrea las tendencias recientes en el uso de los pagos digitales y ofrece recomendaciones políticas para ayudar a mejorar su funcionamiento en la región. La investigación que se basa en datos postpandémicos de toda América Latina y el Caribe, con un pormenorizado estudio de caso sobre México, explora cómo consumidores y empresas están pasando del efectivo a los pagos digitales y qué es lo que frena a algunos a adoptarlos. Los resultados son alentadores y aleccionadores a la vez. La posesión de aplicaciones de pago y billeteras digitales se ha triplicado, pasando del 11% en 2021 al 36% en 2024. Los pagos a través de teléfonos inteligentes han crecido del 7% al 18% en el mismo periodo. Los consumidores citan la comodidad, el ahorro de tiempo y un mejor control financiero como principales razones para dar el salto a lo digital. Las empresas se benefician de transacciones más rápidas, un manejo más seguro del dinero y registros automáticos de las ventas.
Sin embargo, los grupos vulnerables —como las personas de bajos ingresos, aquellas con bajo nivel educativo, las poblaciones indígenas o quienes habitan en zonas rurales— tienen muchas menos probabilidades de adoptar los pagos digitales. Entre las empresas, las que no tienen acceso al crédito y los pequeños comercios minoristas van a la zaga. En Ciudad de México, apenas el 23% de los consumidores declaró haber utilizado recientemente pagos digitales, y el 37% carece aún de una cuenta bancaria. Entre los obstáculos figuran la limitada conectividad digital, las elevadas comisiones por transacción y la falta de interoperabilidad. La escasa concienciación y alfabetización digital, el alto porcentaje de pagos en efectivo y la desconfianza en las instituciones financieras también frenan una mayor penetración.
Políticas para un acceso más amplio
Para superar estos obstáculos, el estudio recomienda una combinación de intervenciones de los sectores público y privado. Entre ellas se incluyen la ampliación de la infraestructura de banda ancha, la simplificación de las regulaciones para fomentar la innovación de las empresas de tecnologías financieras y la inversión en programas de alfabetización digital y financiera. Estas medidas pueden ayudar a superar las barreras tecnológicas, económicas, informativas y de comportamiento que actualmente dificultan su adopción y uso. La inversión en infraestructura puede ampliar el acceso a la banda ancha, sobre todo en las zonas desatendidas. La reforma de la regulación puede no solo simplificar la concesión de licencias y el cumplimiento de las regulaciones por parte de las empresas de tecnología financiera, sino también fomentar la innovación en el proceso. La educación y la divulgación pueden promover la alfabetización digital y financiera a través de experiencias de aprendizaje interactivas e integradas.
A fin de aumentar la confianza en las plataformas de pagos digitales resultan importantes las medidas encaminadas a fomentar la confianza, como la mejora de la protección de los consumidores, la transparencia y los mecanismos de resolución de conflictos. Por su parte, el diseño centrado en el usuario debería adaptar las herramientas de pago digital en pos de satisfacer las necesidades de diversos grupos de usuarios, incluidas las personas mayores y las poblaciones rurales.
El estudio también destaca la importancia de los efectos de red en los pagos digitales. Su adopción tiende a acelerarse cuando compañeros y comerciantes también dan el salto a lo digital. Se ha demostrado que las intervenciones estratégicas, como la distribución de tarjetas de débito entre hogares de bajos ingresos o los incentivos a pequeñas empresas para que acepten pagos digitales, fomentan una mayor aceptación.
La promesa de la transformación digital
Los pagos digitales ya no son un nicho de innovación. Son una puerta de entrada a la inclusión financiera y una piedra angular de la vida económica moderna en América Latina y el Caribe. La región ha hecho notables progresos. No obstante, aún queda mucho por hacer para mejorar la calidad, la fiabilidad y la inclusión. A medida que las economías de la región siguen digitalizándose, garantizar que nadie se quede atrás es una prioridad política. Si se hace frente a los obstáculos y se aplican soluciones inteligentes e integradoras, los gobiernos y los proveedores financieros pueden abrir nuevas oportunidades a millones de personas. Es mucho lo que está en juego. Un ecosistema de pagos digitales más inclusivo puede aumentar el bienestar de los consumidores, fortalecer a las pequeñas empresas e impulsar el crecimiento económico a lo largo y ancho de América Latina y el Caribe. La transformación está en marcha; es hora de asegurarse de que todos se beneficien.


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