
Hay pocas cosas más importantes para los niños que la alfabetización: aquellas habilidades de lecto-escritura que les permiten aprender otras asignaturas, participar políticamente, proteger su salud e incorporarse al mercado laboral con perspectivas prometedoras. No obstante, cerca del 20% de la población adulta mundial es analfabeta, y en América Latina y el Caribe dos tercios de los niños no alcanzan los niveles mínimos de alfabetización esperados para su edad.
El problema para la política educativa tiene dos facetas. ¿Podemos mejorar la enseñanza y el aprendizaje de lenguaje en los primeros años de las escuela para que menos niños se queden rezagados? ¿Cómo podemos ayudar a los niños que, a pesar de nuestros esfuerzos actuales, no consiguen leer al nivel esperado para su grado? Los ministros de Hacienda, preocupados por los recursos necesarios para alcanzar este objetivo, se preguntarán también en qué se gastan mejor los limitados recursos: ¿en mejorar el aprendizaje para todos o en destinar los recursos a los que se están quedando rezagados?
El énfasis en las intervenciones tempranas se basa en el hecho de que consiguen mayores avances que las intervenciones remediales comparables en etapas posteriores de la vida. Sin embargo, a menudo no sabemos cómo serían esos programas, cuáles serían sus beneficios y cuánto costarían. En muchas situaciones, es difícil llegar a conclusiones válidas: las medidas de los resultados del aprendizaje o el entorno en el que se estudian los efectos de las distintas intervenciones no son estrictamente comparables.
Dos intervenciones de alfabetización en Colombia
El Banco Interamericano de Desarrollo junto a la Fundación realizo dos intervenciones de alfabetización en las escuelas primarias de Manizales, Colombia, un entorno que nos permitió reunir evidencia empírica sólida y llegar al meollo de estas cuestiones. Empezamos con un programa de remediación, diseñado para mejorar las habilidades de lecto-escritura de una cuarta parte de los alumnos de tercero grado que tenían dificultades para leer. Basado en un enfoque fonético de la lectura, el programa consistía en sesiones tutoriales estructuradas de 40 minutos de duración impartidas tres veces por semana a grupos reducidos. El programa duró 16 semanas, costó US$ 89 por alumno, y produjo avances en lecto-escritura de 27 puntos de aprendizaje.
La segunda intervención, que se implementó posteriormente y de manera independiente en las mismas escuelas, se centró en mejorar las estrategias pedagógicas de los maestros, pero comenzando antes, en primer grado. Ofrecía desarrollo profesional en el puesto de trabajo a los maestros, que recibieron formación intensiva presencial durante dos semanas, seguida de visitas continuas de apoyo en el aula a lo largo del año escolar. Además, incorporó la elaboración y distribución de material didáctico complementario, incluyendo libros para los maestros y cuadernos de trabajo y libros de cuentos para los alumnos. Produjo avances en lecto-escritura de 37 puntos de aprendizaje a un costo de US$ 36 por alumno.
Costo-efectividad
Si se considera el progreso en términos de una inversión global de US$ 100 por alumno, la segunda intervención, implementada entre alumnos más jóvenes, resultó al menos 5 veces más costo-efectiva que la primera, lo que revela los beneficios de la alfabetización temprana. Su costo-efectividad también se aprecia en el hecho de que los alumnos que la recibieron tenían un 27% menos de probabilidad de necesitar clases de recuperación en tercer grado. Muchos gobiernos de la región se enfrentan al desafío de tener que hacer frente a una acuciante crisis de aprendizaje en un contexto de estrictas restricciones fiscales. Las intervenciones tempranas eficaces evitan que se produzcan lagunas de aprendizaje y reducen la necesidad de clases de recuperación posteriores, aunque estas siempre deben seguir siendo una opción para el pequeño subconjunto de estudiantes que aún las necesitan.
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