Las opciones descentralizadas se han convertido en una solución eficiente para llevar energía eléctrica a las comunidades más aisladas. Varios países de la región han implementado este tipo de tecnologías en diferentes escalas, desde sistemas pico, pasando por un panel por vivienda, hasta granjas solares conectadas a mini-redes. En el caso de Bolivia, por ejemplo, la tecnología solar está apoyando a cerrar la brecha de cobertura eléctrica, especialmente en las áreas rurales donde, hasta el año 2017, cerca de un 25% de su población no contaba con el servicio de electricidad.
Es evidente que estas tecnologías ayudan en llevar el acceso a las familias, pero ¿cuál es el impacto de esta tecnología en la vida de las familias rurales? Para responder a esta pregunta, diseñamos e implementamos una evaluación del impacto de la electrificación en la Chiquitanía boliviana (región que se caracteriza por sus latitudes tropicales y que goza de un clima templado al sudeste de Santa Cruz de la Sierra).
El programa: acceso para mejorar la calidad de vida
El Programa de electrificación Rural con Energías Renovables, aprobado en el 2013, fue financiado con recursos del Fondo Nórdico para el Desarrollo (NDF por sus siglas en inglés), administrados por el BID, y tuvo entre sus objetivos brindar acceso a energía eléctrica y mejorar la calidad de vida de hogares en zonas rurales de alta dispersión. Este programa incluida entre sus componentes el financiamiento de proyectos de electrificación, a través de sistemas pico fotovoltaicos, componente que fue implementado entre 2017 y 2018, beneficiando a 1,566 familias en nueve municipios del departamento de Santa Cruz, específicamente en la demarcación geográfica de la Chiquitanía boliviana.
Cada sistema consiste en un panel solar de 10Wp, una conexión a una batería recargable con capacidad de 3,000mAh, 2 lámparas fijas de tecnología LED de 200 lumens, una linterna portátil recargable y puertos USB para conectar un celular y una radio. Las características del sistema fueron determinadas de forma de dar acceso a una iluminación constante por un mínimo de 5 horas al día.
La evaluación de impacto inició con la identificación de las potenciales comunidades beneficiarias. En este proceso, que finalizó en septiembre de 2017, se identificaron 121 comunidades, que albergan a 1.566 familias interesadas en participar del proyecto.
Un aspecto clave en una evaluación de impacto rigurosa es el tener un grupo de “tratamiento” (quienes reciben el sistema), y un grupo de “control” (quienes no reciben el sistema), que son seleccionados de forma aleatoria. Para poder hacer la selección del grupo de tratamiento y control, se planteó que el proyecto fuese implementado de manera escalonada. Es decir, la primera mitad de los beneficiarios fue seleccionada al azar para recibir los sistemas pico fotovoltaicos al inicio del proyecto y la segunda, recibió los sistemas un año más tarde. El total de comunidades recibieron el sistema al finalizar el proyecto.
La selección del primer grupo de beneficiarios, que es el grupo tratado, fue mediante una lotería pública. En este sorteo fueron seleccionadas 56 comunidades que contienen 768 familias. Antes de realizar el sorteo, se levantó una encuesta de línea de base, capturando variables socioeconómicas y de consumo energético claves. Posteriormente, se levantó una encuesta de seguimiento un año más tarde, con las mismas variables, mientras se hacía en paralelo la entrega de los sistemas al segundo grupo beneficiado (grupo de control).
Impacto económico y social con tecnología solar
Fue muy interesante observar en los resultados de la evaluación que, gracias a los sistemas picos fotovoltaicos, los pobladores de los nueve municipios de la Chiquitanía redujeron en un 10% el uso diario de linternas a pilas, mecheros y lámparas a gas. En particular, el uso de mecheros se redujo en 1.74 horas en los hogares beneficiados respecto a los no beneficiados.
En este sentido, el estudio muestra que el proyecto habría logrado reducir en 90% el uso de esta fuente de iluminación, que tiene impactos nocivos para la salud. Como resultado, los hogares beneficiados utilizan más veces luz eléctrica que los no que recibieron este tipo de tecnología, cuyo uso de luz eléctrica es 1.17 horas al día en promedio.

Por otro lado, los resultados indican que el proyecto consiguió reducir el gasto mensual en energía en aproximadamente Bs.20.8 (US$3 aproximadamente) al mes, debido a la caída en el consumo de velas y baterías. Este ahorro representa un 21% del gasto total en este rubro y es mayor al costo de operación, mantenimiento y reposición del sistema pico fotovoltaico, lo que hace que el proyecto tenga un beneficio social financieramente sostenible. El impacto en las familias no es menor, ya que además de contar con una fuente energética de mayor calidad, cuentan también con recursos extras, que pueden dedicar a otros usos.
El estudio destaca otras variables sociales y ambientales que afectaron directamente a los habitantes de estos municipios. Por ejemplo, la sustitución de fuentes de luz contaminantes redujo las emisiones de CO2, pero también las probabilidades de quemaduras.
En resumen, la evaluación de impacto demostró que el proyecto logró generar beneficios a las comunidades de la Chiquitanía, que cuenta con un recurso natural: el sol, pero que no tenía las tecnologías ni los recursos que les permitiera el acceso a la energía eléctrica. Esta evaluación analizas esos impactos en los hogares beneficiados y muestra cómo mejoramos vidas en los países de América Latina y el Caribe. La evaluación de impacto respalda el uso de estas tecnologías, donde no exista posibilidades de acceso a la red, o sistemas de mayor porte.
Este blog resume los principales elementos de la investigación Luz para las Comunidades de la Chiquitanía. Los autores de esta evaluación de impacto son: Sergio Ballón, Soraya Román, Katherine Antonio, Carlos Foronda, David López-Soto, Wilferg Vanegas, Michelle Hallack.
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