El documento titulado Energías renovables variables y su contribución a la seguridad energética representa un gran aporte para el desarrollo de lo que será el motor de nuestros países en un futuro no muy lejano.
Tomando como caso de estudio el sistema eléctrico de Colombia, este trabajo –realizado por Juan Roberto Paredes y John J. Ramírez C. – evalúa la complementariedad entre las energías renovables variables: la eólica, la solar y la hidroeléctrica, esta última, uno de los recursos más abundantes en América Latina.
El análisis de esta complementariedad es muy relevante ya que, a pesar de la variabilidad natural de estas fuentes, la determinación de su comportamiento a nivel temporal y geográfico puede ayudar al suministro confiable de electricidad y por lo tanto a la seguridad energética de los países. Antes de abordar en detalle el caso colombiano que discutiremos en la siguiente nota abordamos a continuación algunas consideraciones sobre el aporte de las energías renovables variables a la seguridad energética.
Un entorno cada vez más demandante
El consumo energético en los países de la región de América Latina y el Caribe crece al ritmo que lo hace la economía. Este desarrollo presiona a los gobiernos a aumentar su capacidad de generación, transmisión y distribución, y la exigencia de garantizar la seguridad energética.
La Agencia Internacional de Energía define a la seguridad energética como la “disponibilidad ininterrumpida de las fuentes de energía a un precio accesible”.
El uso de energías renovables tiene implicancias directas en la seguridad energética de los países. Se trata de fuentes autóctonas y locales, que reducen la dependencia de combustibles importados a la vez que suponen innumerables beneficios medioambientales: reducción de gases de efecto invernadero, mejora en la calidad del aire y menor consumo de agua por unidad de electricidad producida, por mencionar solo algunas de estas ventajas.
Hasta hace unos años, el elevado costo de inversión que implicaba el desarrollo de estas tecnologías era la principal barrera para su expansión, pero en la última década estos costos han disminuido notablemente.
Sin embargo, todos estos recursos –el sol, el viento, el agua– son variables por naturaleza, lo que dificulta la capacidad de despachar electricidad en el momento preciso en el que los consumidores la demanden. En cambio, en las centrales eléctricas convencionales –que funcionan a partir de combustibles fósiles–, es posible almacenar y procesar energía casi de manera inmediata.
Dos son las variables que se utilizan para mitigar la variabilidad de la generación renovable y poder cubrir la demanda de energía de manera eficiente: el almacenamiento y las interconexiones eléctricas.
Como medio de almacenamiento de energías limpias, se utiliza con mucho éxito la acumulación de agua en embalses o represas, que permite generar electricidad justo en el momento en que se la necesita. Y si bien aún existen pocas tecnologías para almacenar la energía del sol, el desarrollo reciente que están adquiriendo los acumuladores de energía o baterías –que almacenan energía química que luego transforman en electricidad–, los convierte en una opción muy viable en un futuro próximo.
En lo que a interconexión se refiere, los países nórdicos han demostrado con éxito la factibilidad técnica de integrar grandes cantidades de energía eólica en las redes eléctricas, apoyándose en conexiones regionales. Tal es el caso de Dinamarca y Noruega, que comparten los excedentes de producción mediante un cable submarino.
Clima geopolítico y clima atmosférico
Las fuentes fósiles pueden ofrecer la confiabilidad deseada en la entrega de combustible, siempre y cuando haya de por medio contratos de suministro firmes durante la vida útil de las plantas de generación o cualquier otro mecanismo que asegure un flujo contante de combustible. Pero no podemos olvidar que el planeta dispone de una cantidad limitada de estos recursos. Además, la confiabilidad de las fuentes de este tipo de energías estará condicionada por variables de tipo geopolítico, en el caso de que los combustibles fósiles tengan que ser importados, generando una dependencia del mercado o del país productor. Recordemos, por último, que si bien muchos países disponen de reservas fósiles, por lo general estas están concentradas en ciertas regiones geográficas, como Medio Oriente, o en países con grandes extensiones territoriales, como Rusia o los Estados Unidos.
No sucede lo mismo con las fuentes de energía limpia. En mayor o menor medida, todos los países disponen de fuentes renovables accesibles y que garantizan un precio constante casi a eternidad, siempre y cuando su explotación se haga de manera sostenible. Pero, a la incertidumbre asociada a la variabilidad propia de estos recursos, es preciso agregarle el desasosiego que aporta el cambio climático. Sucede que todos los análisis que se realizan para saber qué cantidad de electricidad producirá una planta se basan en el supuesto de que el recurso se comportará en el futuro como lo hizo en el pasado, y el cambio climático trae asociados comportamientos en la naturaleza que modifican todas estas previsiones.
En resumen, se podría decir que mientras el clima geopolítico afecta a la confiabilidad de las fuentes fósiles de energía, es el clima atmosférico el que condiciona la certidumbre de las energías renovables.
Las experiencias internacionales se han encargado de desmontar el mito que existía hasta hace unos años de que sólo un pequeño porcentaje de las necesidades de electricidad de un país se podrían cubrir con energías renovables variables. El estudio antes citado da cuenta de cómo se han alcanzado en algunos países contribuciones de treinta por ciento y más a la demanda anual de electricidad con energía solar y eólica, sin sacrificar la confiabilidad del sistema.
Leave a Reply