Por Rosangela Bando y Claudia Uribe
El sueño de muchos jóvenes mexicanos es ir a la universidad. El de Juanita en la escuela secundaria era llegar a ser maestra algún día. Nunca se imaginó que su ilusión fuera a marcar la diferencia para los niños que viven en pequeñas zonas rurales de México. Sin embargo, su sueño comenzó a convertirse en realidad después de conocer a un representante del Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE) de México.

CONAFE se dedica a ofrecer oportunidades educativas a niños y adolescentes en comunidades remotas con menos de 500 habitantes.
Uno de sus programas consiste en reclutar a jóvenes instructores para que enseñen en esas comunidades por un año como mínimo.
Los más de 35.000 instructores de CONAFE por lo general viven en la comunidad durante la semana, y las familias residentes son responsables de proporcionarles alimentación y vivienda. CONAFE les ofrece un subsidio mensual de Mex$1.427 (cerca de US$110 en el momento en que se efectuó la evaluación). Si los instructores enseñan durante todo un año, son elegibles para acceder a financiación para su educación superior.
Aquellos que permanecen durante dos años reciben financiamiento de CONAFE hasta por 30 meses de universidad.
Desafortunadamente, en los últimos años casi uno de cada tres jóvenes instructores abandonó su puesto antes de que terminara el primer año escolar, lo cual interrumpió la educación de los niños que CONAFE intenta ayudar.
Las difíciles condiciones de vida a las que tuvieron que enfrentarse los jóvenes instructores en las comunidades rurales generaron tasas de rotación cada vez más altas.
Por ejemplo, para llegar a su comunidad, Juanita tenía que viajar dos horas y media en autobús y luego caminar durante 45 minutos. Además, se encontró viviendo en condiciones precarias, sin agua potable y/o cobertura de telefonía celular para llamar a su casa.
Consciente de estas difíciles condiciones de vida, CONAFE y el BID aunaron esfuerzos para encontrar una manera innovadora y costo-efectiva para que los instructores comunitarios completaran su servicio y eventualmente aseguraran la continuidad del esfuerzo de CONAFE.
El programa de jóvenes instructores, conocido como Constructores de Equidad, está financiado con la segunda fase de un préstamo del BID con garantía soberana de US$100 millones aprobado en 2010.
CONAFE y el BID acordaron otorgar a los instructores un pago compensatorio de Mex$750 al mes (es decir US$58 adicionales, en el momento en que se efectuó la evaluación), además del subsidio de Mex$1.427.
Además decidieron implementar un ensayo aleatorio controlado a lo largo de dos años modificando el calendario de pago de los subsidios. El ensayo tuvo lugar en los estados mexicanos de Chiapas, Puebla y Veracruz, donde ejerce casi el 60 por ciento de los jóvenes instructores del país.
En uno de los calendarios se entregaba el pago compensatorio mensual de Mex$750 en 10 meses, mientras que el otro se diseñó teniendo en cuenta los tres picos más altos de la tasa de abandono de los instructores.

A los que participaban en el segundo programa se les distribuyeron los pagos en tres contados. Inicialmente recibían un pago considerablemente mayor de Mex$3.000 cuando llegaban a sus comunidades con el fin de que cubrieran los costos de establecerse allí.
El segundo y tercer pagos por Mex$2.250 se les entregaban después de los recesos de invierno y primavera como incentivos para que los jóvenes maestros regresaran al trabajo. Esto por cuanto en uno de los análisis previos se había encontrado que estos eran los tres períodos en que las tasas de abandono aumentaban notablemente.
En una evaluación del ensayo se hizo evidente que en esquema alternativo tenía un éxito considerable. Allí se demostró que las tasas de abandono eran menores entre los maestros de la comunidad remunerados bajo el segundo esquema de programación alternativa a lo largo del periodo académico.
Por ejemplo, mientras que al final del año escolar el 23% de los instructores con pagos mensuales había abandonado el programa, solo el 17% de quienes se encontraban bajo el sistema de remuneraciones alternativas había hecho lo mismo.
Más aún, no se observó un aumento en los abandonos tempranos, lo cual indica que los instructores no optaron por cobrar y luego desertar. Es así como hubo más estudiantes que pudieron recibir clases durante todo el año.
Juanita fue uno de los instructores que recibieron remuneraciones bajo el sistema de pagos alternativos y completó con éxito su servicio. Actualmente está inscrita en la universidad en un programa para obtener su título de docente.
Aun teniendo en cuenta sus comienzos difíciles como maestra, Juanita recuerda con orgullo su experiencia. “Tuve que crecer”, dijo. “En mi casa era una niña. En la comunidad era una instructora y tenía bajo mi responsabilidad de la educación de 10 niños”.
¿En algún momento pensó en abandonar su puesto después de recibir el primer pago de incentivos? Al fin y al cabo, hasta entonces se trataba probablemente de la mayor cantidad de dinero junto que había visto en su vida.
“No”, respondió Juanita. “Utilicé una parte para comprar un computador portátil que me ayudó a enseñar y a estudiar mientras vivía en la comunidad. El resto lo ahorré y lo administré con cuidado. Sabía que lo necesitaría”.
¡Juanita sigue adelante con su sueño de convertirse algún día en maestra!
Esta historia forma parte de las evaluaciones de impacto del Panorama de la Efectividad en el Desarrollo, una publicación anual que resalta las lecciones y experiencias de los proyectos y evaluaciones del BID.
Descargue aquí el estudio completo “Experimental Evidence on Credit Constraints” (solo en inglés).
Acerca de los autores:
Rosangela Bando es economista de evaluación de la División de Desarrollo Estratégico del Banco Interamericano de Desarrollo.
Claudia Uribe se desempeñaba como especialista líder de la División de Educación del Banco Interamericano de desarrollo cuando se llevó a cabo es ta evaluación.
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