Por Pablo Antón-Diaz y Viviane Azevedo*
La compañía Revolución Industrial demuestra que producir eficientemente y rentablemente manteniendo unas condiciones laborales dignas es posible.
A lo largo de las últimas décadas, las grandes marcas de vestido y calzado y los minoristas en el mundo desarrollado han subcontratado casi completamente sus operaciones de producción en lugares en el extranjero, buscando una mano de obra barata y nuevas oportunidades de producción.
La mayoría de las empresas del vestido diseñan y comercializan sus productos en los países desarrollados y subcontratan la producción en los países en vías de desarrollo, cuyos gobiernos proporcionan incentivos para atraer y retener sus empresas. Desafortunadamente, en muchos casos, el resultado de estas prácticas han sido los bajos salarios, las malas condiciones de trabajo y prácticas laborales injustas para los trabajadores del sector del ensamblaje del vestido en el mundo en vías de desarrollo.
Haití no era una excepción
Hasta hace poco, Haití no era una excepción. Debido a su dependencia de productos de gama baja, las condiciones laborales subestándar son habituales, los salarios son extremadamente bajos e incluso han disminuido a lo largo del tiempo. Sin embargo, la industria textil y del vestido juega un rol crucial en la economía local.
En 2012, este sector empleaba a más de 29.000 trabajadores y a él correspondía la mayor parte de las exportaciones del país (80%) y cerca del 10% de su PIB. Las exportaciones y las inversiones en el sector del vestido han aumentado significativamente desde 2006, gracias a la participación económica de Estados Unidos a través del Haitian Hempispheric Opportunity through Partnership Encouragement Act, conocida como HOPE. HOPE facilita el acceso libre de aranceles a la mayoría de los productos del vestido de Haití en Estados Unidos.
Aunque la expansión de las exportaciones son buenas noticias, sigue siendo un reto proporcionar condiciones laborales adecuadas a los trabajadores. Actualmente, una nueva empresa del vestido que funciona bajo el nombre de Industrial Revolution II, IRII, intenta apartarse radicalmente del paradigma dominante de la producción de bajo costo de vestido para la exportación estableciendo un modelo comercial “de valor compartido” que también pone énfasis en la mejora de las condiciones sociales de sus trabajadores, sus familias y comunidades.
El comienzo de una revolución industrial
La planta comenzó a funcionar en septiembre de 2013, financiada por sus inversores y un préstamo de 1 millón de dólares del Sector de Oportunidades para la Mayoría, del BID, que fue utilizado para restaurar un parque industrial cerca del aeropuerto de Puerto Príncipe y para comprar equipos modernos de costura, corte y estampado.
La capacitación es parte integral del modelo comercial de IRII. Los trabajadores contratados nunca han trabajado en la industria antes y son formados a partir de cero en el sistema de producción de IRII. La capacitación tiene lugar en un programa en la empresa que dura hasta tres meses. Para muchos de los 140 empleados contratados y capacitados hasta la fecha, este era su primer empleo formal. Durante el primer año de funcionamiento, la rotación laboral voluntaria fue cercana a cero, comparada con la tasa anual de la industria, que tiene un promedio de 25% a 30%.
IRII también ha sido capaz de pagar a todos sus empleados muy por encima del salario mínimo establecido por el gobierno haitiano, gracias a los incentivos de desempeño. Los trabajadores también tienen acceso a un médico durante toda la jornada de trabajo, un comedor, acceso a las instalaciones de capacitación y trabajan en un entorno bien iluminado y ventilado. Con estas importantes mejoras, si se compara con las condiciones habituales de trabajo de la industria, la productividad ha aumentado sostenidamente. Después de sólo un año en funcionamiento, la factoría es igual de eficiente que los productores de volúmenes más grandes.
Una revolución no es cosa fácil
Como una empresa nueva que recién comienza a hacerse una clientela sólida, IRII ha procurado resolver los problemas relacionados con su cadena de suministro. Dado que no hay fábricas de tejidos en Haití, todos los insumos utilizados en la producción del vestido tienen que ser importados, junto con los cortes, los hilos, las etiquetas y otros materiales de producción.
Cuando los volúmenes de mercancía requeridos no son lo bastante altos, el costo final para los consumidores acaba siendo mayor de lo que están dispuestos a pagar. Como respuesta, la administración de IRII está desarrollando la capacidad de identificar rápidamente el tipo adecuado de clientes, que solicitan pedidos lo bastante grandes como para que la producción de las telas sea costo-efectiva y, posteriormente, se pueda ofrecer un precio justo al cliente mientras IRII mantiene un margen satisfactorio.
Una revolución industrial y social
Como parte de su propuesta “de valor compartido”, la empresa también planea destinar el 50% de sus beneficios futuros a los programas sociales que beneficiarán directamente a los trabajadores de la factoría, sus familias y sus comunidades. La idea consiste en asociarse con proveedores de servicios ya establecidos, como Partners in Health, PRODEV y el International Rescue Committee, para aumentar el acceso a la atención sanitaria, a la educación y a los servicios de capacitación profesional para adultos, y para mejorar la infraestructura local.
“Me duele reconocer, como a muchos otros, de que la visión principal de nuestra industria ha sido viajar por el mundo buscando y apoyando los países en desarrollo que nos ofrecen la mano de obra menos cara”, declaró Joelle Berdugo-Adler, uno de los patrocinadores de IRII. “La industria ha dado trabajo a miles de personas y de esta manera les ha ayudado a salir de la pobreza más abyecta, aunque para mí eso ya no es suficiente.”
Esforzándose en identificar una clientela que tenga sentido para la empresa, y adaptándose rápidamente al mercado, IRII ha dado importantes pasos en la dirección correcta, contribuyendo a demostrar al resto de la industria del vestido en Haití que es posible producir eficientemente y rentablemente y, a la vez, mantener condiciones laborales más sanas, dignas y equitativas para los empleados y su entorno.
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Esta entrada hace parte de una serie de artículos en este blog sobre efectividad en el desarrollo que resaltan los aprendizajes y experiencias de proyectos y evaluaciones del BID.
*Pablo Antón Díaz es consultor en Efectividad del Desarrollo en la Iniciativa de Oportunidades para la Mayoría (OMJ), del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En la OMJ, es el encargado de monitorear los resultados de las operaciones de OMJ y de revisar la integridad de los datos suministrados por las empresas y agencias ejecutoras, lo que requiere analizar y garantizar la consistencia de los indicadores del desempeño social y financiero.
Viviane Azevedo es especialista en Efectividad del Desarrollo y Cono
cimiento en Oportunidades para la Mayoría (OMJ), del BID. Está a cargo del monitoreo y la medición de los resultados del desarrollo de las operaciones y productos de OMJ.
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