Por Verónica Adler y Cristian Heinsen Planella*
El programa de restauración de iglesias en Sacorama, Chile además de rescatar el patrimonio cultural se ha convertido en una nueva fuente de desarrollo y de unión de la comunidad.

Rescatando tradiciones
Norita es una mujer de 55 años, residente del poblado andino de Socoroma, ubicado a 3.050 metros de altura sobre el nivel del mar, zona de sierras de la región de Arica y Parinatoca a 1.800 kms. de Santiago.
Ella es un buen ejemplo del complejo proceso cultural vivido por los pueblos de origen Aymara que aún conserva el extremo norte de Chile. Nacida y criada en un poblado prehispánico, entre viviendas de adobe y milenarias terrazas dedicadas a cultivos de papa, maíz y habas, Norita debió bajar 100 kilómetros a la ciudad de Arica durante su infancia para completar su educación, buscar empleo como empleada doméstica y formar una familia.
Sin embargo, la conexión ancestral de las agrupaciones de origen Aymara con su pueblo y su tierra es potente, y cada fiesta patronal dedicada a San Francisco de Socoroma es para Norita y su gente motivo de peregrinación a la iglesia de su vecindad.
Hacia comienzos del año 2000, Norita y sus hermanos Aymara veían con preocupación que su templo estaba al borde del colapso tras varios terremotos que dañaron sus cimientos. A raíz del progresivo abandono de Socorama sus habitantes fueron perdiendo ese sentido de comunidad que tanto recordaban los padres y abuelos.
Como consecuencia de lo anterior se perdieron tradiciones como la construcción en adobe y el mantenimiento comunitario, lo que les llevó a contemplar una demolición y reconstrucción de la iglesia con cemento y acero, perdiendo de esta manera parte de su identidad cultural.
Ante esta problemática el obispado, con la estrecha colaboración de la Fundación Altiplano, dieron el puntapié para asumir un Programa que permitiera poner en valor la ruta de iglesias andinas.
El proyecto busca consolidar los templos de la región como un patrimonio cultural de América y un recurso de desarrollo para sus comunidades. Uno de los principales valores de este programa es que en cada iglesia, los vecinos beneficiados se integran alrededor de escuelas-talleres que brindan capacitación y empleo. Durante los talleres su busca recuperar las viejas y nuevas formas de la construcción con adobe.
La comunidad hace la diferencia
Cada iglesia andina es un ícono de una comunidad que ha sido afectada por la migración y el desarraigo cultural. La alternativa de asumir la recuperación del templo como un proyecto patrimonial es compleja y supone temores y aprendizajes para la sociedad beneficiada. Muchos se oponen y ven en la propuesta de restauración oscuras intenciones. Norita y otros beneficiarios comprendieron los alcances del desafío y resolvieron respaldar una recuperación integral del templo y de su valor patrimonial.
El programa permite cumplir lo que parecía un sueño imposible para la comunidad: restaurar la vieja iglesia de adobe de manera segura, potenciando el tesoro patrimonial conservado por los abuelos desde hace siglos. En el proceso de trabajo, Norita asumió un desafío de aprendizaje: aceptar el cargo de asistente de obra, apoyando al arquitecto residente.
Poco a poco, los miembros de la comunidad han comprobado que la promesa de desarrollo sostenible es real y factible, en la medida en que se asuma colectivamente el desafío de aprendizaje. Bien lo sabe Norita, que ha mantenido su cargo de asistente de obra para nuevos proyectos de restauración del Plan Iglesias Andinas, que hoy es una referencia en recuperación patrimonial en Chile y América. Así también el Circuito-Ruta de iglesias de Arica, se integra como un producto de turismo cultural que agrega valor a la economía local.
El programa financió parte de los estudios y trabajos que permitieron declarar en junio de 2014 patrimonio de la humanidad al Camino del Inca, una red de más de 30 mil kilómetros que conectó al imperio incaico y que hoy atrae a miles de turistas cada año, en un esfuerzo mancomunado entre. Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú.
El patrimonio cultural: una fuente de desarrollo
Esta y muchas otras historias forman parte del Programa de Puesta en Valor del Patrimonio, financiado parcialmente con recursos del programa del BID, que ha financiado más de 259 iniciativas de puesta en valor del patrimonio por un monto aproximado de 160 millones de dólares.
Su objetivo es proteger y poner en valor los bienes patrimoniales inmuebles declarados Monumentos Nacionales, o en proceso de serlo, de prioridad nacional o regional, de modo que generen beneficios socioeconómicos y mejoren la vida de personas como Norita y sus familias, contribuyendo así al desarrollo sustentable.
Además de los resultados logrados por el programa en cuanto a la puesta en valor de los bienes patrimoniales y su sustentabilidad demostrada por el diseño y puesta en funcionamiento de mecanismos de gestión de esos bienes, el programa ha logrado otras externalidades: se destaca como la más importante el posicionamiento del tema patrimonio como factor de cohesión social y generador de actividad económica a través de las industrias de base cultural y el turismo.
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Esta entrada hace parte de una serie de artículos en este blog sobre efectividad en el desarrollo que resaltan los aprendizajes y experiencias de proyectos y evaluaciones del BID.
*Verónica Adler es Especialista Senior del Banco Interamericano de Desarrollo. Verónica cuenta con una licenciatura en economia y una maestría en políticas públicas de la Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires Argentina.
*Cristián Heinsen Planella es el Director Ejecutivo de la Fundación Altiplano Monseñor Salas Valdés (FAMSV) que busca rescatar el patrimonio cultural de comunidades andinas. La Fundación Altiplano propone instalar centros de investigación y desarrollo junto a comunidades rurales para fortalecerlas e impulsar en conjunto alternativas de desarrollo sano y duradero, basado en la sabiduría de las culturas tradicionales.
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