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Enfoque Educación

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¿Por qué América Latina y el Caribe necesita una educación a prueba de calor? 

November 13, 2025 por María Soledad Bos - Liora Schwartz - Dante Contreras Deja un comentario


Un análisis regional que muestra cómo el calor extremo está afectando la educación y qué estrategias pueden implementarse para proteger los aprendizajes y las trayectorias educativas.

  • Cada día con temperaturas superiores a 26,7 °C reduce en promedio un 1% del aprendizaje anual.
  • Cerca de 195.000 escuelas, 15 millones de estudiantes y 500.000 docentes se encuentran en zonas de alto riesgo térmico.
  • Las soluciones generan alto retorno: medidas de infraestructura térmica y servicios educativos flexibles pueden ofrecer beneficios de entre 2 y 55 veces su inversión.

A primera vista, el calor extremo pareciera un problema ajeno a la educación, pero detrás de las altas temperaturas hay un efecto silencioso y acumulativo que impacta directamente en los aprendizajes de los estudiantes.  

Para entender mejor esta relación y ofrecer respuestas para los sistemas educativos, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) publicó el primer estudio regional que analiza cómo el calor extremo está afectando el aprendizaje y qué se puede hacer para proteger a las escuelas, los docentes y los estudiantes.

La publicación Educación a Prueba de Calor en América Latina y el Caribe, presenta evidencia inédita sobre el impacto del calor en los aprendizajes, identifica los territorios y escuelas más vulnerables a los impactos del calor en los aprendizajes, y propone soluciones concretas: desde infraestructura escolar más resiliente hasta servicios educativos más flexibles y mecanismos de financiamiento sostenibles. Todo ello con un objetivo claro: para construir sistemas educativos preparados para un planeta cada vez más cálido.

La evidencia lo confirma: el calor reduce los aprendizajes

El calor extremo afecta directamente el aprendizaje. Cada día con temperaturas por encima de 26,7 °C reduce en promedio un 1% los aprendizajes de un año escolar  (Park et al., 2021). Puede parecer poco, pero los efectos se acumulan. Diez días de calor al año durante toda la trayectoria educativa pueden equivaler a perder más de un año de escolaridad, con un impacto directo en las oportunidades de empleo y en los ingresos futuros de los estudiantes.

Y son los más vulnerables quienes enfrentan las peores condiciones. Las escuelas con menos recursos, sin acceso confiable a agua o electricidad y con infraestructuras inadecuadas, son las que enfrentan las condiciones más duras. En esos contextos, el calor no solo amenaza los aprendizajes: también profundiza las brechas de equidad educativa y social en toda la región.

Un riesgo creciente para millones de estudiantes en América Latina y el Caribe

En América Latina y el Caribe, el calor extremo ya afecta a millones de estudiantes y docentes en la región. Según estimaciones del estudio, en los últimos cinco años, más del 36% de las escuelas ycasi un tercio de los estudiantes y docentes estuvieron expuestos a temperaturas superiores a 26,7 °C durante 70 a 80 días escolares al año.

Y, según proyecciones, esta situación puede ser aún más severa. Si no se actúa, en los próximos 50 años, más del 40% de los establecimientos educativos y 35% de los estudiantes y docentes podrían enfrentar estas condiciones de manera recurrente. En total, se estima que 195.000 escuelas (23%), 15 millones de estudiantes y medio millón de docentes (16%) se concentran en zonas donde el calor extremo y la falta de capacidad de adaptación amenazan los aprendizajes.

El costo de la inacción es enorme. Con tan solo diez días de calor extremo por año, las pérdidas acumuladas en los ingresos laborales futuros de los estudiantes de la región podrían superar los US$22.000 millones (PPP). En otras palabras, no actuar sale mucho más caro que adaptarse.

La parte positiva: las soluciones existen, son efectivas y rentables

Frente al calor extremo, no estamos empezando desde cero. Existen soluciones probadas, costo-efectivas y adaptables a distintos contextos.

  • Infraestructura escolar resiliente, con diseños arquitectónicos que favorecen la ventilación natural, techos reflectantes, áreas sombreadas y acceso a servicios básicos como agua y electricidad. Estas medidas no solo reducen las temperaturas interiores: también permiten mantener las escuelas abiertas, mejorar las condiciones de trabajo docente y crear espacios donde los estudiantes pueden aprender con seguridad.

Ventilación natural mediante chimeneas solares en Colombia.

  • Servicios educativos flexibles, que adaptan el tiempo y la modalidad del aprendizaje para reducir la exposición al calor y asegurar la continuidad educativa. Los calendarios escolares pueden reorganizarse según los patrones locales de temperatura —ajustando horarios, días lectivos o vacaciones— para evitar las horas más calurosas y prevenir cierres. Y cuando el calor hace imposible la asistencia presencial, la enseñanza puede continuar a distancia, garantizando que el aprendizaje no se interrumpa.

Invertir en estas estrategias no solo es posible: es rentable. Los beneficios económicos pueden multiplicar entre 2 y 40 veces la inversión inicial en infraestructura resiliente, y entre 2 y 55 veces en el caso de los servicios educativos flexibles.

De la evidencia a la acción

Contar con información es el primer paso. El reto ahora es transformar esta evidencia en decisiones concretas. Para hacerlo, los sistemas educativos necesitan planificar y financiar con una mirada climática: identificar las escuelas más expuestas, priorizar las intervenciones donde el riesgo es mayor e incorporar el calor extremo en la planificación educativa.

También exige movilizar recursos. Incluir criterios de riesgo climático en los presupuestos educativos y aprovechar fondos climáticos, cooperación internacional y alianzas público-privadas es clave para que las soluciones sean sostenibles.

Hoy sabemos cómo, cuándo y dónde el calor afecta el aprendizaje. Sabemos qué funciona y cómo financiarlo. Lo que falta es transformar ese conocimiento en acción concreta. Adaptar la educación al calor extremo no es solo una respuesta urgente al cambio climático: es una inversión para proteger los aprendizajes de hoy y el desarrollo humano del mañana.

¿Quieres aprender más sobre cómo preparar las escuelas para resistir el calor extremo y proteger los aprendizajes en la región? Te invitamos a descargar la publicación y a sumarte al esfuerzo para construir sistemas educativos preparados para un futuro más caluroso.


Archivado bajoEscuelas, Infraestructura y tecnología educativa, Sin categorizar, Sistemas educativos Etiquetado con:Altas temperaturas, america latina, Calor extremo, Cambio Climático, Crisis climática, educación, Educación resiliente, Infraestructura resiliente, Ventilación escolar