“Lo vas a mal acostumbrar”, “te está tomando el tiempo”, “si lo tienes tanto en brazos no va a aprender a calmarse solito”. Todas estas –y unas cuantas más– son frases que madres, padres y cuidadores seguramente han oído alguna vez al cargar a “upa” a sus bebés.
Durante mucho tiempo, estas ideas moldearon formas de criar que buscaban limitar el contacto físico para fomentar la independencia desde edades muy tempranas. Sin embargo, la evidencia hoy muestra otra cosa: abrazar, sostener y tener cerca a un bebé no solo le hace bien, sino que es esencial para su desarrollo. En este artículo, exploramos por qué el contacto físico con los bebés es una necesidad biológica y la forma más sana de cuidar y cómo desde el BID venimos apoyando a los países a lograrlo.
Contacto físico al nacer: la hora sensible
Una de las prácticas más recomendadas al momento de nacer es el contacto piel con piel. Esta práctica, conocida como “la hora sensible”, consiste en colocar al recién nacido sobre el pecho desnudo de su madre. Si el parto no tuvo complicaciones, todas las prácticas, procedimientos, intervenciones de rutina pueden postergarse hasta después de esos primeros minutos de encuentro entre la mamá y su bebé.
“Este momento de contacto ayuda a recuperar la calma, permite regular el ritmo cardíaco y la respiración, estimula la digestión, despierta el impulso para la lactancia, regula la temperatura, y permite la colonización del bebé con bacterias amigas de la piel de la madre que le protegerán en el nuevo entorno”, sostiene la Dra. Mariana Galarza. Es decir: los beneficios no son solo para el bebé, sino también para la flamante mamá.
Contacto físico con bebés prematuros: el método madre canguro
En el caso de bebés prematuros, se ha comprobado que el contacto físico tiene mucha importancia. El método madre canguro, que consiste en el contacto piel con piel prolongado entre el bebé y su madre –con ayuda del padre o de otro cuidador–, ha demostrado ser una estrategia efectiva para mejorar la salud y el bienestar de los bebés nacidos antes de tiempo.
Este tipo de intervención mejora la estabilidad fisiológica, favorece la lactancia, reduce el riesgo de infecciones y acelera el aumento de peso. Pero sus beneficios no terminan ahí. Estudios también muestran que, a largo plazo, los bebés que recibieron el método madre canguro presentan menor mortalidad, mejor desarrollo neurológico y cognitivo, mayor escolaridad y mejor integración social.
Más allá del nacimiento: formas cotidianas de cuidar con contacto
Durante los primeros meses y años de vida, el contacto físico sigue siendo una necesidad que favorece el establecimiento del vínculo con quien lo cuida y la construcción de una base emocional que le permitirá explorar el mundo más adelante.
Como explica la Dra. Sabrina Critzmann, incluso cuando nace a término, el bebé humano es, en muchos aspectos, aún “prematuro”. No puede desplazarse por sí solo, no puede alimentarse sin ayuda y necesita la cercanía constante de una figura de apego para sobrevivir y desarrollarse. Su sistema nervioso aún está en pleno proceso de maduración, y por eso los primeros meses de vida extrauterina se consideran una etapa de “exterogestación”: una suerte de prolongación del embarazo fuera del útero, que dura aproximadamente otros nueve meses.
- El contacto piel con piel más allá del nacimiento–sea con la madre o con el padre– genera otro efecto sorprendente: la sincronía. Como señala la investigadora Ruth Feldman, madre/padre e hijo se convierten en un solo sistema termodinámico, casi como dos personas en un solo cuerpo. Por ejemplo, si la espalda del bebé se enfría, el cerebro del adulto lo detecta y su cuerpo genera el calor necesario. Esta sincronía ayuda a estabilizar la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca y los niveles de cortisol del bebé (la hormona del estrés). Además, libera oxitocina, conocida como la “hormona del amor”, que fortalece el vínculo entre el adulto y el niño.
Cargar al bebé, mimarlo, mecerlo, abrazarlo no solo es posible, sino recomendable. El Manual para padres, desarrollado por el BID, recomienda, por ejemplo, las siguientes actividades para que las madres y padres realicen con sus bebés de 0 a 5 meses:
- Calmar al bebé: Cuando llora, sostenerlo cerca, pronunciar su nombre suavemente, mecerlo despacio, acariciarlo o frotarle la espalda puede ayudarlo a calmarse y sentirse seguro.
- Fomentar el reconocimiento: Sostener sus manos y guiarlas con suavidad hacia la cara del adulto, dejar que toque la nariz o los labios mientras se emiten sonidos suaves, son formas simples de fortalecer el vínculo y ayudar al bebé a reconocer a quienes lo cuidan.
- Abrazar al bebé: Sostenerlo en brazos, mecerlo, abrazarlo, darle besos y expresarle cariño con gestos y palabras no solo lo reconforta: también favorece su desarrollo emocional.
Este manual está basado en actividades de Reach Up, un programa de visitas domiciliarias desarrollado originalmente en Jamaica que logró importantes impactos a corto plazo –en cognición y lenguaje– y a largo plazo –en educación, comportamientos, empleo e ingresos. Este programa, que hace hincapié en las interacciones entre los cuidadores con sus bebés, se ha replicado en varios países con apoyo del BID, demostrando beneficios en los niños y niñas.
Implementar estas prácticas en la crianza no solo transforma el día a día de cada niño y su familia, sino que también genera beneficios a nivel colectivo. Cuando se promueve el contacto físico, el apego seguro y los vínculos positivos desde los primeros días de vida, se sientan las bases para una infancia más saludable, un mejor desarrollo emocional y mayores oportunidades de aprendizaje. A largo plazo, esto se traduce en personas con mayores habilidades sociales y cognitivas, mejor preparadas para enfrentar desafíos, y en sociedades más mayor oportunidades para todo el mundo.
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