© Blog Primeros Pasos de la División de Protección Social y Salud del BID
En las últimas semanas, un comercial #ElTrabajoMásDifícilDelMundo, ha circulado en las redes sociales. En el video, una empresa entrevista a varias personas para el puesto de “director de operaciones”. A medida que pasa el video se describe a los postulantes las características del puesto en cuestión: es un trabajo muy importante; requiere estar muchas horas de pie; quien lo realiza no tiene tiempo de descanso; se necesitan conocimientos de medicina, finanzas y artes culinarias; y no es remunerado.
Poco a poco los postulantes no pueden esconder su desconcierto ante las condiciones de trabajo descritas (crueles e inhumanas son algunos de los adjetivos que usan para calificarlas). La entrevista concluye cuando se les revela que éstas son las condiciones de trabajo de las madres. Y ahí, cuando nos hemos dado cuenta lo abnegadas que son las madres, se nos recuerda que les mandemos una tarjeta por su día (sí, el video es un comercial de una empresa que vende tarjetas).
Mentiría si no admito que la primera vez que vi el video, tuvo en mí su efecto marketinero. Me conmovió y me hizo pensar con infinita gratitud en mi mamá y con algo de auto-indulgencia, en mi propia experiencia de madre. ¡Tanto del trabajo que realizamos las mujeres en el hogar y fuera de éste sigue estando invisibilizado en la sociedad! No obstante, tras esta primera reacción, experimenté otra diferente. Me invadió la certeza de que no quiero que sea la imagen de la “madre abnegada” la que mis hijas tengan de mí ni construyan sobre la maternidad. No quiero que cuando sean grandes, ellas me recuerden como una mujer cansada, sacrificada, siempre lista para atender a todos con una sonrisa, que se olvida de sí misma y de sus necesidades.
Digo esto, precisamente porque en América Latina y el Caribe, las madres nos seguimos enfrentando en el día a día a sociedades donde las oportunidades no son iguales para hombres y mujeres y a un sinnúmero de circunstancias adversas que hacen nuestras vidas todavía más complicadas.
Les doy unos ejemplos:
- De los Objetivos de Desarrollo del Milenio, el objetivo 5 que busca reducir la mortalidad materna, es uno de los que registra mayores atrasos.
- 80% del trabajo doméstico no remunerado está a cargo de mujeres.
- En América Latina y el Caribe un tercio de los embarazos no son planeados o deseados.
- La violencia física o sexual perpetrada por una pareja afecta desde el 13% de las mujeres de 15 a 49 años en Haití al 52% en Bolivia, y también ocurre durante el embarazo (en la región oscila entre el 6% y el 11%).
- Del 30-50% de las mujeres en la región experimenta algún tipo de violencia que repercute su salud, oportunidades económicas, derechos y bienestar.
- Cifras del Banco Mundial (disponibles desde 2005 hasta 2012 apenas para 12 países en la región) revela que entre 12 y 26% de las mujeres de 15-19 años han tenido un hijo o están embarazadas (con un promedio no ponderado de 20%).
- Las mujeres sólo ocupan el 33% de las profesiones mejor pagadas en la región.
A pesar de estos datos -o precisamente por ellos-, les invito a que en el día de la madre celebremos a las madres por ser emprendedoras, alegres, activas; no solo por ser abnegadas. Propongámonos construir en nuestro imaginario colectivo una celebración en honor a estas madres.
Creo que si empezamos por imaginarnos una región de madres felices, estamos poniendo los cimientos para construirla. ¿Qué les parece?
Noelia De Leon dice
Totalmente de acuerdo con la autora. En vista de nuestra realidad latinoamericana sobre la doble carga de las mujeres, aún tenemos mucho que hacer para sensibilizar y concientizar acerca de las responsabilidades compartidas en las tareas del hogar, en la corresponsabilidad en el cuido de infantes, adultos mayores y enfermos. También luchar contra el estereotipo que anula todo valor e importancia del aporte a la economía del hogar cuando permitimos que se diga que la mujer no trabaja al no tener empleo fuera del hogar.
Hay que comenzar a ponerle números para que se visibilice el esfuerzo de las mujeres.
Cecilia dice
Coincido en que la abnegación no debería ser un adjetivo impuesto de manera arbitraria a la maternidad, lamentablemente en este momento esa es aún la realidad. La ausencia o limitado involucramiento de los varones en su rol como padres, obliga a las mujeres a asumir un doble rol, descuidando sus necesidades personales (llegando incluso a ser felicitadas por ello!!). Por ello se hace necesario a la par de proclamar e incidir en política de equidad y respeto de derechos, fortalecer el involucramiento y ejercicio de deberes y responsabilidades de los varones frente a su paternidad.
Imelda dice
Excelente artículo, me siento plenamente identificada con el.
Los retos que hoy nos impone el desarrollo social demandan un equilibrio en los roles del hombre y la mujer, y es bueno hacerlo notar, que poco pero hay avances, es decir publicar cifras fehacientes la evolución en la participación de los hombres como estrategia para incrementar acciones positivas en las actividades asociadas con el cuidado y crianza de las y los hijos.
Otra arista de éste fenómeno, es la perdida de valores que afectan la atención y cuidados que se brinda a miles de niños que viven en extrema pobreza y en condiciones de alta vulnerabilidad, por lo que es importante resaltar el valor y privilegio de ser padres, o profesionales, trabajador@s cuyo desempeño afecta la implementación de políticas conexas o derivadas de la política social.
Felicidades y saludos
Melrose dice
Habría que preguntar si se considera impuesto. Yo soy licenciada, con dos maestrías, un diplomado, un buen trabajo, pero cuando salgo de casa mi hija menor (tengo 3) llora pidiendo que no me vaya. Si tuviera la oportunidad de realizar un trabajo remunerado desde casa lo haría, pero no existe esta oportunidad. O si el dinero que recibe de sueldo mi esposo fuera suficiente para la familia, trabajaría en algo desde mi casa sin la presión del dinero. Creo que para muchas no hay oportunidad de salir de casa y tener otra oportunidad, pero bien valdría preguntar a cada mujer y no dar por hecho que lo que alguien desea es lo que todas desean. Las experiencias en campo y ciudad son diferentes, los contextos de los países son diferentes, el pensamiento de cada mujer es diferente. Si unos pocos deciden por todas, entonces no hacemos diferencia a lo que a veces juzgamos.
Muy buen artículo.