por Samuel Berlinski.
“Asegurar que todas las niñas y todos los niños tengan acceso a servicios de atención y desarrollo en la primera infancia y educación preescolar de calidad, a fin de que estén preparados para la enseñanza primaria.” Este es uno de los muchos objetivos establecidos por la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas el 27 de septiembre del 2015. ¿Qué tan difícil va a ser alcanzarlo para el año 2030?
Responder a esta pregunta requiere analizar el objetivo por partes, ya que abarca, principalmente, dos temas distintos: acceso y calidad. La publicación insignia del Banco Interamericano de Desarrollo 2015, “Los primeros años”, es un recurso oportuno para orientar la discusión y la naturaleza de este desafío, no sólo para los países de América Latina y el Caribe, sino también para otras partes del mundo en desarrollo.
La cuestión del acceso es la más fácil de tratar, ya que todo se reduce a números. ¿Hasta dónde ha llegado América Latina y el Caribe para proveer el acceso a tres importantes servicios: educación preescolar, jardines de cuidado infantil y programas de apoyo parental? Los números son alentadores. La proporción de niños de cinco años de edad que están inscritos en el preescolar se ha disparado en la última década haciendo que el acceso universal a este nivel educativo para el año 2030 sea una meta alcanzable.
La matrícula de niños entre tres y cuatro años de edad en los jardines de cuidado infantil también está en aumento. Para los padres que trabajan fuera del hogar, el acceso a una atención de calidad para sus hijos es particularmente importante. El porcentaje de niños que asisten a jardines de cuidado infantil (en su mayoría públicos) se ha incrementado de manera notable en la última década, por un factor de dos en Brasil y Chile, y por un factor de seis en Ecuador.
Por último, los programas de apoyo parental que fomentan actividades de estimulación cognitiva para la crianza de los hijos y que operan a través de visitas domiciliarias llegan sólo a un puñado de niños de la región, pero existen nuevas iniciativas que están comenzando a crecer.
¿Qué pasa con la calidad de los servicios prestados?
Se necesita mucho progreso. La calidad en el preescolar y en el jardín de cuidado infantil es generalmente muy deficiente y, en muchos casos, plantea serias dudas sobre si los niños, de hecho, se benefician al recibir estos servicios. En general, en comparación con los países desarrollados y en relación con los gastos realizados más tarde en el ciclo de vida, los países de América Latina y el Caribe gastan poco durante los primeros años de vida de sus ciudadanos. En la región, por cada dólar invertido en un niño de cinco años, se invierten más de tres dólares en aquellos de entre 6 y 11.
A primera vista, estas cifras indicarían que los países de la región sencillamente deben subir el gasto para los más pequeños. Hasta cierto punto, es verdad que los gobiernos gastan poco en la primera infancia. Sin embargo, el aumento del gasto no contribuirá a solucionar el problema del desarrollo deficiente en la primera infancia si los recursos no se invierten correctamente. En otras palabras, lo fundamental es la calidad de los servicios destinados a los más pequeños (programas dirigidos a los padres, jardines de cuidado infantil, escolarización temprana).
¿Qué es la calidad?
En el hogar, en jardines de cuidado infantil y en los primeros años de escuela, la calidad se refiere, en gran medida, a las interacciones de los niños con quienes los rodean. Estas, modelan el cerebro de manera que tendrán consecuencias para toda la vida. Cuando los adultos se muestran sensibles y receptivos a las señales y necesidades de los pequeños, éstos comienzan a desarrollarse. Cuando los adultos tratan a los niños con dureza, como sucede en muchos sitios de América Latina y el Caribe, están obstaculizando el desarrollo del niño.
Dado que mejorar la calidad significa, sobre todo, transformar la naturaleza de las interacciones de los niños con sus padres, cuidadores y maestros, el gasto en infraestructura física por sí solo no es una solución. Los programas de apoyo parental no requieren infraestructura, pero sí dependen de visitadores domiciliarios bien capacitados y rigurosamente supervisados que puedan establecer una relación de confianza con las familias y cumplir un determinado programa con un alto grado de fidelidad. Construir edificios de óptima calidad para que operen los servicios de cuidado infantil, nada aporta al desarrollo si los niños no participan de forma activa y si no reciben motivación y estimulación.
¿Qué tan difícil es garantizar el acceso a un desarrollo de la primera infancia de calidad?
Extender el acceso es fácil, pero mejorar la calidad no lo es. Esto último entraña un trabajo arduo, mucho más difícil que construir caminos o puentes y mucho menos popular que inaugurar nuevos jardines. Implica avanzar lentamente en la ampliación de cobertura de los servicios, sobre todo porque en numerosos países de la región el acceso a los jardines de cuidado infantil y a la educación preescolar ya ha aumentado de manera contundente durante la última década.
Mejorar la calidad definitivamente requiere de más recursos; lo que más escasea es personal capaz de asegurar que los servicios que se prestan realmente benefician a los niños (visitadores domiciliarios, profesionales para los jardines de cuidado infantil, maestros, tutores y supervisores). Al final, mejorar la calidad de los servicios que se brindan a los pequeños demanda tiempo, pero es un esfuerzo en el cual los países no pueden escatimar, tanto por razones de igualdad como de productividad.
Este post se publicó originalmente en el Blog de Educación del Banco Mundial
Samuel Berlinski es economista principal del Departamento de Investigación del Banco Interamericano de Desarrollo.
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