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El fin de semana pasado participé en una conferencia fascinante organizada por la Graduate School of Design y el Centro para Estudios del Medio Oriente de la Universidad de Harvard, que llevaba por nombre “Paisajes Nocturnos y Espacios Públicos en la Península Arábiga”. Esta fue una oportunidad única para conocer a arquitectos, diseñadores, artistas y académicos que comparten mi pasión por la noche, y por el gran potencial de este espacio temporal desde una perspectiva de desarrollo urbano.
Es interesante ver que, sin importar su tamaño o su ubicación, las ciudades están en una lucha constante para acomodar distintos usos—y usuarios—y calmar las tensiones que existen entre ellos. Por ejemplo, mientras algunos esperan que el aumento de desarrollos residenciales en centros urbanos sea una manera de hacer frente al déficit de vivienda, otros ven una amenaza para los establecimientos nocturnos y espacios públicos ubicados en estas áreas, los cuales deben atenerse a nuevas licencias y regulaciones de ruido. El problema de fondo es simple, y responde a un aspecto que desde hace mucho tiempo ha sido pasado por alto por diseñadores y planificadores urbanos: la mayoría de las ciudades no fueron diseñadas para la oscuridad.
Desde cambios en la temperatura, hasta alteraciones en la manera en la que percibimos los colores y las proporciones, existen muchas diferencias sensoriales entre el día y la noche. Si las analizamos y estudiamos con cuidado, estas diferencias pueden convertirse en oportunidades para diseñar intervenciones que mejoren la calidad de la vida urbana durante la noche.
Esta conferencia me hizo darme cuenta de dos cosas. La primera es que descubrí con sorpresa—y algo de vergüenza—lo poco que sabía sobre los principales retos urbanos que afectan a la península arábiga y las fascinantes transiciones que están dándole forma a sus ciudades. La segunda, es que descubrí que las ciudades de América Latina comparten muchos de estos retos, particularmente, los que implican balancear las necesidades de quienes viven, quienes trabajan y quienes buscan opciones de ocio y entretenimiento en áreas urbanas.
Tres retos de diseñar paisajes nocturnos
A pesar de sus diferencias demográficas, económicas y culturales, la escena nocturna de ciudades como La Meca, Doha, Dubái y Abu Dabi tiene mucho en común con la de las ciudades de América Latina y el Caribe (ALC). Veamos por qué.
- La noche como un espacio fragmentado:
Durante la conferencia, el arquitecto australiano Steven Velegrinis destacó los distintos tipos de paisajes nocturnos que existen a lo largo del Golfo Pérsico. Un ejemplo es el que él llama la ciudad de “pagar para jugar,” es decir, contextos en los que hace falta comprar algo para poder participar en actividades de ocio nocturno. Esto también es común en muchas ciudades de ALC, donde la ausencia de espacios públicos seguros ha llevado a la concentración de muchas actividades sociales y de entretenimiento nocturno en espacios privados como centros comerciales. Como resultado, la noche se convierte en un espacio restringido y excluyente, donde la naturaleza de los intercambios es económica y está dominada por el consumo.
En este contexto, la profesora Farah-Al Nakib habló sobre la importancia de los “terceros espacios” o lugares neutrales tales como cafés, bibliotecas, parques y centros culturales en los que los ciudadanos pueden encontrarse y crear fuertes vínculos sociales fuera del hogar y la oficina. Ambas regiones son sede de algunos de los centros culturales más grandes del mundo, tales como el Sheikh Jaber Al Ahmad Cultural Centre en Kuwait—el más grande del Medio Oriente—y el CCK en Buenos Aires—el más grande en América Latina—los cuales ofrecen una gran variedad de conciertos, exhibiciones y discusiones abiertas al público. De acuerdo con Al Nakib, estos centros pueden actuar como “terceros espacios” siempre y cuando sus actividades sean gratuitas y estén accesibles a un público diverso. De lo contrario, corrren el riesgo de convertirse en espacios exclusivos para las élites y conllevan a una mayor segregación social.
- La noche como un espacio altamente regulado:
Bien sea guiados por principios religiosos (por ejemplo, las restricciones de consumo de alcohol en ciudades árabes) o por necesidades de control social (por ejemplo, las “leyes zanahoria” y toques de queda en ALC), muchos aspectos de la actividad nocturna se encuentran severamente restringidos. La noche es comúnmente vista como un espacio en el que la violencia y actitudes transgresoras se exacerban y, por ello, requiere de una meticulosa supervisión. Estas regulaciones y controles muchas veces dan lugar al surgimiento de distritos nocturnos que combinan tiendas, bares y restaurantes en los que locales y turistas pueden intercambiar en un ambiente “sano,” pero cuyo diseño tiende a ser bastante homogéneo.
Un concepto contrastante que surgió varias veces a lo largo de la conferencia es el de “terrain vague” (terreno baldío). Acuñado por el arquitecto español Ignasi de de Solà-Morales, este término se refiere a la apropiación espontánea y creativa de espacios urbanos improductivos. El profesor Yasser Elsheshtawhy explicó cómo trabajadores y migrantes en ciudades árabes se apropian de pedazos de césped en calles y avenidas, callejones y edificios abandonados y los convierten en espacios de encuentro y descanso durante la noche. Estos grupos sociales tienen un acceso muy limitado a parques y otros espacios públicos, muchos de los cuales cierran sus puertas al anochecer. Para otros grupos, el desierto ofrece un espacio ideal para organizar juegos y asados y fumar shisha—tres actividades prohibidas en los parques—al tiempo que disfrutan de mejores temperaturas. Estos usos espontáneos de áreas urbanas proveen información relevante sobre sus necesidades y sirven para guiar el diseño de intervenciones nocturnas más diversas e inclusivas.
- La noche como un espacio de género:
En muchas culturas y en distintos períodos históricos las mujeres han estado asociadas a los espacios privados, mientras que se atribuye a los hombres un mayor uso de los espacios públicos. Pero, ¿de qué manera cambian estos roles durante la noche? ¿es la noche un espacio con mayores posibilidades para la igualdad de género?
Si bien el tema del género en la península arábiga fue mencionado varias veces durante la conferencia, la participación de las mujeres en actividades nocturnas no ha sido suficientemente explorada desde una perspectiva urbana. Este es también el caso de las ciudades de ALC, en las que las intervenciones de género siguen siendo limitadas, y donde la mayoría de ellas aborda situaciones de violencia sexual en espacios como el transporte público. A pesar de que algunos estudios señalan que el empleo nocturno tiene efectos más severos sobre las mujeres, hace falta una investigación más profunda para entender las necesidades y expectativas femeninas tanto laborales como de ocio a la hora de diseñar espacios nocturnos inclusivos.
Hacia el diseño de “terceros espacios” nocturnos
Al igual que sus homólogas en la península arábiga, las ciudades en América Latina están viviendo procesos muy relevantes de transformación económica y social. En este contexto, la existencia de “terceros espacios” en los que personas de distintos orígenes y niveles de ingresos puedan encontrarse y socializar es clave para promover confianza y participación ciudadana a largo plazo. Esto es particularmente cierto durante la noche, la cual es el espacio fundamental para la interacción social y formación de identidades de los más jóvenes de la sociedad.
Por estas razones, como planificadores, arquitectos y pensadores urbanos, tenemos la responsabilidad de comenzar a pensar en lo nocturno y diseñar espacios e intervenciones que faciliten las interacciones humanas a lo largo de todo el día. Las ciudades ya no son sistemas que funcionan de 9 a 5. Son organismos vivos las 24 horas que requieren de espacios gratuitos, abiertos y accesibles para vivir, trabajar y disfrutar. La noche es un espacio con infinitas posibilidades. La pregunta es, ¿qué tanto podemos planear para la oscuridad sin limitar la actividad social de las ciudades? ¿dónde marcamos el límite entre controlar el comportamiento nocturno y facilitar actitudes positivas hacia la oscuridad? Después de todo, como dijo Goethe, “la noche es la otra mitad de la vida, y es la mejor mitad.”
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