El 8 de marzo de 1857, miles de trabajadoras de una fábrica textil salieron a las calles de Nueva York a protestar las precarias e injustas condiciones laborales en las que vivían. Este hecho inspiró cientos de movilizaciones y sucesos que dieron un giro completo a la visión de los derechos de las mujeres. Hoy en día, más de cien años después y en homenaje a la valentía de estas mujeres, celebramos el “Día Internacional de la Mujer”, según la declaración de las Naciones Unidas de 1975.
Actualmente podemos ver casos de éxito con mujeres liderando empresas y organizaciones internacionales, así como también congresistas y jefas de gobierno en países como Dinamarca, Etiopía, Alemania, o Nueva Zelandia; sin embargo, aún hay mucho por hacer en pro de la equidad de género. Las mujeres continúan enfrentando realidades estructuralmente desventajosas en aspectos tan básicos como la salud, el desempleo, la pobreza, la discriminación y la violencia, entre tantos otros.
A estos desafíos específicos de las mujeres, se suma el gran reto de la pandemia ocasionada por el coronavirus, el cual ha causado estragos y retrocesos muy profundos en la vida de toda la humanidad, y más aún en la vida de las mujeres. Entonces ¿qué podemos hacer para promover un desarrollo sostenible en nuestras ciudades después de esta crisis sanitaria y humanitaria?
La respuesta es invertir más y mejor en hacer las ciudades más inclusivas para las mujeres y niñas.
En la misma tormenta, pero no en el mismo barco.
Nadie ha salido ileso de esta pandemia. Por un motivo u otro, todos nosotros hemos sido afectados por este virus que, en el mejor de los casos, nos obligó a realizar nuestro trabajo desde la comodidad de nuestras casas, siendo éste un privilegio de muy pocos. Pero para los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, esta pandemia ha representado la pérdida de empleo u hogar, pobreza, y en el peor de los casos, la pérdida de un ser querido.
La pandemia no es neutral en términos de género y los datos lo evidencian. En América Latina y el Caribe, las mujeres están experimentando un retroceso de más de una década en los avances logrados, sobre todo en los temas de participación laboral, eliminación de la violencia y equidad de género (CEPAL, 2020). Y si a esto sumamos el factor de interseccionalidad al ser mujeres indígenas, afrodescendientes, tercera edad, y con alguna discapacidad, el rezago es aún mayor, limitándolas en el acceso a la información, la salud, la seguridad, la protección social, los servicios y la justicia.
Mujeres más vulnerables
La violencia contra las mujeres, especialmente la violencia doméstica, se ha intensificado de manera alarmante desde el inicio de la pandemia. Esto es debido al estrés causado por las medidas de confinamiento y de distanciamiento social, así como otros factores que limitan el movimiento de personas en las ciudades. La violencia física o psicológica es usualmente ejercida por una pareja abusiva en el mismo hogar quienes, al tener privacidad, obtienen mayor impunidad. Es como estar entre la espada y la pared, con el agresor dentro de casa y el virus fuera de ella.
En México, por ejemplo, la Red Nacional de Refugios para víctimas de violencia reportó 75% más de denuncias y hasta 300% más rescates realizados en 2020, en comparación con 2019 (Razo, 2021). Similarmente, en países como Colombia y Argentina, las llamadas por violencia doméstica aumentaron en un 91% y 25% respectivamente (Banco Mundial, 2020).
Esenciales, pero mal pagadas
En el sector laboral, las mujeres han sido fundamentales para sobrellevar esta pandemia. En América Latina y el Caribe, el 79% de las mujeres predominan en los puestos considerados como esenciales, ocupando las primeras líneas de respuesta, como enfermeras, personal de limpieza en hospitales, empleadas en el sector comercio, educación, turismo, y como cuidadoras de niños, adultos mayores, y personas con discapacidad, asumiendo cargas físicas y emocionales aún mayores (CIM, 2020). Pero la palabra “esencial” es engañosa, ya que ser una trabajadora esencial no es sinónimo de tener una remuneración competitiva; todo lo contrario, ya que estos puestos regularmente se ubican en el más bajo estrato salarial y no ofrecen oportunidades de crecimiento.
Asimismo, alrededor del 60% de las mujeres en Latinoamérica se ocupan en la economía informal, usualmente como trabajadoras domésticas o vendedoras ambulantes (ONU Mujeres, 2020). Esto es sinónimo de un trabajo inseguro, mal pagado y sin cobertura social.
Cerrando la brecha urbana para las mujeres
La pandemia ha amplificado y exacerbado las brechas socioeconómicas que ya existían en las mujeres. Si queremos recuperarnos de manera sostenible ante sus devastadores efectos, debemos considerar a las mujeres como el pilar de la recuperación en nuestras ciudades. Sencillamente, no puede haber una solución efectiva si no se integra la visión de género y diversidad en la respuesta. Para lograrlo, éstas son algunas de las recomendaciones:
- Garantizar el acceso a servicios públicos básicos y de calidad como agua, gas y electricidad, fundamentales para brindar salud física y mental a las mujeres (OIT, 2021).
- Brindar espacios públicos seguros para que las mujeres y niñas se sientan libres de transitar, al ser ellas las que tienden a sufrir acoso sexual desde muy temprana edad con respecto a los hombres (Libertun et al., 2020).
- Garantizar el acceso político igualitario entre géneros en las esferas económica, social, política y cultural de una ciudad (Libertun et al., 2020).
- Apoyar la creación de pequeñas y medianas empresas de las mujeres, sobre todo las lideradas por jefas de familia, a través del acceso a créditos PYME.
- Otorgar subsidios para acceder y asegurar una vivienda digna, sin importar género, raza o estatus civil de las mujeres, promoviendo también la doble titulación de vivienda.
- Incentivar la participación y capacitación laboral de las mujeres, para que puedan acceder al mercado formal con trabajos mejor pagados.
Las mujeres son parte esencial de la solución para la recuperación post pandemia. Para “no dejar a nadie atrás” como lo indican los Objetivos de Desarrollo Sustentable de la ONU, debemos de otorgar a las mujeres los derechos económicos y sociales que por justicia merecen. Solo así tendremos ciudades más fuertes, inclusivas y sostenibles.
Indiana Tamarez dice
Muchas gracias por tan excelente artículo…mucho camino por recorrer!
Ana García dice
Muchas gracias por tu atento comentario, Indiana. Efectivamente hay mucho camino por recorrer pero con unión, participación y políticas públicas inclusivas e inteligentes, podremos poco a poco cerrar esta brecha. Saludos cordiales.