Durante el Foro Urbano Mundial en Medellín, tuve oportunidad de asistir a una charla titulada “El legado de la planificación e implementación de los Mega Eventos.” En ella, diversos expertos manifestaron su preocupación por los costos económicos, sociales y ambientales que los eventos a gran escala tales como la Copa Mundial de la FIFA, las Exposiciones Universales y los Juegos Olímpicos suponen para nuestras ciudades. A tan solo 40 días del Mundial en Brasil y 825 días de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, las ciudades brasileras son quizá el ejemplo más cercano para analizar el impacto de los mega eventos y las oportunidades que existen para convertirlos en catalizadores del desarrollo urbano sostenible.
Desde el punto de vista económico, el costo de los mega eventos es quizá el más evidente. El financiamiento de grandes proyectos de infraestructura—estadios, carreteras, aeropuertos—requiere de inversiones multimillonarias que, en muchos casos, resultan en grandes deudas para las ciudades. Por ejemplo, los Juegos Olímpicos de 1976 dejaron a Montreal con una deuda de 1.500 millones de dólares que le tomó a la ciudad tres décadas para pagar. Por otro lado, el estadio olímpico de Beijing conocido como “Nido de Pájaro” requiere una inversión anual de 11 millones de dólares para su mantenimiento.
Para la fecha, el costo total del Mundial en Brasil se calcula alrededor de unos 15 mil millones de dólares—tres veces más que el costo de la Copa en Sudáfrica en el 2010. Por su parte, los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro suponen otros 15 mil millones de dólares. Si Río excede este presupuesto, las Olimpiadas de 2016 pasarán a ser las segundas más costosas de la historia, solo superadas por Beijing.
Costo de ser sede de los Juegos Olímpicos y la Copa Mundial (en miles de millones de dólares). Fuente: https://www.fidelity.com/viewpoints/investing-ideas/olympics-a-risky-investment
Sin embargo, los mega eventos también ofrecen ventajas económicas considerables para sus sedes. Por ejemplo, el diseño y construcción de grandes obras y el auge de turismo durante y después de los eventos son fuentes importantes de empleo y desarrollo de capital humano. Esto tiene efectos muy positivos a largo plazo, particularmente en economías emergentes.
Desde el punto de vista social, el carácter temporal de estos eventos es una espada de doble filo. Desde el momento en que la ciudad es seleccionada como sede, entra en una fase de “planificación por excepción,” en la que las prioridades para el desarrollo urbano se colocan al servicio del mega evento. Más de 720 mil personas fueron desplazadas de sus casas antes de las Olimpiadas de Seúl en 1988, y más de 1.5 millones fueron desplazadas en Beijing—el récord mundial de desplazamientos por causa de un mega evento deportivo. Estos desplazamientos ocurren en su mayoría para habilitar terrenos para la construcción de estadios y sedes olímpicas, e implican la movilización de miles de personas a otros sectores de la ciudad, desarticulando en muchos casos sus redes sociales y sus esquemas de trabajo.
Hasta la fecha, 170.000 familias han sido desplazadas a partir de los mega eventos en Brasil. Sin embargo, muchas otras podrían beneficiarse. En preparación para el Mundial, Río ha duplicado sus esfuerzos en materia de seguridad a través de la instalación de Unidades de Pacificación Policial (UPPs), cuyo objetivo es desmantelar bandas de narcotraficantes e instituir sistemas de seguridad comunitarios en las más de 200 favelas de la ciudad. A pesar las críticas que ha recibido este programa por su enfoque represivo, muchos aplauden su potencial para combatir la inseguridad en la ciudad.
Desde el punto de vista ambiental, existe cada vez más consenso sobre la necesidad de reducir el impacto de la planificación y ejecución de los mega eventos sobre el medio ambiente. La huella de carbono del Mundial de Sudáfrica alcanzó unas 2.753.250 toneladas de CO2, de las cuales 67.4% fueron emisiones producto de viajes internacionales. Este año, se estima que 600.000 extranjeros y 3 millones de visitantes locales se desplacen hacia las doce ciudades sede del Mundial en Brasil, generando una huella de carbono similar o superior a la de 2010.
Niveles de contaminación en Beijing. Izquierda: Antes de los Juegos Olímpicos de 2008. Derecha: Durante los Juegos Olímpicos de 2008. Fuente: http://news.bbc.co.uk/2/hi/in_pictures/7506925.stm
La infraestructura desarrollada alrededor de estos mega eventos también tiene un gran impacto ambiental, pues muchas de las obras—estadios y complejos residenciales para atletas, por ejemplo—quedan en desuso después de la ceremonia de clausura.
Izquierda: Estadio Olímpico de Atenas en 2004. Derecha: El estadio en la actualidad. Fuente: http://www.today.com/slideshow/today/olympic-venues-where-are-they-now-54468078/athens-greece-6/
Sin embargo, existen maneras de mitigar este impacto. Por ejemplo, la Expo Mundial de Shanghai en 2010 incorporó un pabellón completamente vegetal y varias estructuras biodegradables en lugar de obras permanentes. La optimización de los sistemas de transporte público, la creación de ciclovías y la incorporación de vehículos que utilizan biocombustible para la movilización de atletas y turistas son otros métodos fundamentales para reducir la huella de carbono de estos eventos.
Algunas ciudades han aprovechado los mega eventos para atender sus necesidades de infraestructura. Con los Juegos Olímpicos de 1992 Barcelona logró revitalizar parte de su zona costera a través de la construcción de la Villa Olímpica del Poblenou, un complejo residencial para deportistas que dio lugar al primer barrio y paseo marítimo de la ciudad. En Río, la expectativa del Mundial y los Juegos Olímpicos ha acelerado la culminación de proyectos como Porto Maravilha, una alianza-público privada para revitalizar el puerto central de la ciudad.
A simple vista, la temporalidad y la sostenibilidad de los mega eventos parecen ser cualidades mutuamente excluyentes. Sin embargo, ejemplos como estos demuestran que estas actividades crean un escenario ideal para que las ciudades consoliden su identidad local y presencia internacional, introduzcan tecnología y prácticas novedosas, y mejoren en términos generales la calidad de vida de sus ciudadanos. Esperemos que en 2014 y 2016 las ciudades brasileras sepan aprovechar estas oportunidades.
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