Cada vez más países y ciudades alrededor del mundo están creando políticas públicas para incentivar el uso de la bicicleta. Los ciudadanos están entendiendo que este medio de transporte no solo acorta los tiempos de desplazamiento en las ciudades, sino que es una alternativa de movilidad sana y no contaminante. Es por ello que las bicicletas llegaron para quedarse: en América Latina existen muchos ejemplos de cómo el uso de este medio de transporte ha transformado ciudades y comunidades de forma positiva y cada vez más gobernantes están siendo atrapados por sus encantos.
Foto: hiro_putra
Uno de los ejemplos más significativos de la región es el caso de Bogotá, Colombia, ciudad en la que se hacen más de 600,000 viajes diarios en bicicleta y cada día esta cifra está aumentando. Montar en bicicleta mejora la calidad de vida, disminuye la contaminación ambiental y auditiva, ahorra tiempos de viaje e impulsa a las personas a hacer ejercicio. De acuerdo con la Guía de Ciclo-Inclusión en América Latina y el Caribe, Bogotá—esa metrópolis caótica y desordenada de la que los bogotanos nos quejamos todo el día, pero que sin embargo tiene un lugar especial en nuestros corazones—supera a todas las ciudades latinoamericanas en el uso de la bicicleta.
La capital colombiana no solo cuenta con 400 kilómetros exclusivos de ciclorutas, sino que su número va en aumento; gracias al alcalde Enrique Peñalosa, quien siempre ha entendido y defendido el uso de la bicicleta. De acuerdo con el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU), la infraestructura en ciclorutas de Bogotá pasaría de 402 a 510 kilómetros en el 2016.
Ciclovía de Bogotá. Foto: Saúl Ortega
Además de estos carriles exclusivos, existe la ciclovía. Todos los domingos y feriados los carros desaparecen de algunas de las arterias más importantes de la ciudad y las bicicletas, patinetas, patines y tenis toman su lugar. Esta iniciativa empezó hace 42 años y sigue vigente, convirtiéndose en ejemplo para otras ciudades del mundo como la Ciudad de México y Rosario.
Ciclistas en Rosario, Argentina. Foto: Pablo Flores
A partir del crecimiento que ha tenido el uso de la bicicleta en Bogotá, el Ministerio de Transporte de Colombia ha visto una oportunidad para expandir su uso a todo el país. Para ello, este año saldrá publicada una guía para estimular el uso de la bicicleta y construir infraestructuras que permitan que se convierta en el modo de transporte favorito de los colombianos.
La ‘Guía de cicloinfraestructura para ciudades colombianas’ (disponible a partir de marzo de 2016 en la página web del Ministerio de Transporte) reconoce que cada ciudad tiene una infraestructura y una tipografía diferente, especialmente en un país tan montañoso como Colombia, y ofrece recomendaciones que pueden ser adaptadas a cada ciudad en temas como diseño, promoción e integración con el transporte público. También reconoce que la calidad de la infraestructura es una de las prioridades para que estas iniciativas sean exitosas.
En este sentido, este es un buen momento para que las ciudades intermedias empiecen, o aumenten, su ciclo-infraestructura. Es ideal que tanto la infraestructura como la cultura ciudadana alrededor del uso de la bicicleta crezcan con la ciudad, para que en un futuro ésta pueda ser una alternativa real de movilidad.
Además de sus ventajas para la salud, el uso de la bicicleta tiene importantes beneficios para las ciudades en general. Su uso estimula la creación de comunidades pues impulsa a que las viviendas, el comercio y la educación estén en áreas concentradas donde se pueda llegar en bicicleta más fácilmente, y permite que las personas desarrollen el área donde viven para no tener que conmutar a otras zonas para en busca de actividades de recreación, educación o cultura.
Pero el beneficio más importante de la bicicleta en una región tan desigual como la nuestra es la reducción de la inequidad. Las bicicletas—y el cambio cultural y de infraestructura que traen con ellas—son agentes claves para que las ciudades disminuyan su división por estratos. Al ser la bicicleta un medio de transporte democrático (accesible para la mayoría), puede ayudar a unir familias y comunidades de diferentes ingresos permitiéndoles tener acceso similar al transporte público, a los tiempos de recorrido y a la calidad de vida en nuestras urbes.
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