Los grandes flujos demográficos hacia las ciudades que han tenido lugar en las últimas décadas reflejan la aspiración y esperanza de que las urbes puedan brindar un futuro mejor para las personas. Las ciudades son centros de prosperidad e innovación, pero son también las principales responsables de la crisis climática y las más afectadas por sus consecuencias.
Datos de ONU-Hábitat revelan que las ciudades consumen un 75% de la energía mundial y producen entre el 50 y el 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Según el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, aproximadamente tres de cada cinco ciudades del mundo con al menos 500.000 habitantes corren un alto riesgo de padecer un desastre natural. Las proyecciones prevén que el cambio climático aumente los riesgos para las personas, los recursos, las economías y los ecosistemas. Entre estos riesgos, se estima, con gran nivel de confianza, que haya un aumento en los deslizamientos, el estrés térmico, las precipitaciones extremas e inundaciones, la escasez de agua, la erosión y la elevación del nivel del mar.
¿Por qué los asentamientos informales son especialmente vulnerables a la crisis climática?
Las ciudades están realizando un esfuerzo considerable para hacer frente a la crisis climática, mediante el desarrollo de políticas públicas, infraestructuras, soluciones de diseño urbano y tecnologías. Sin embargo, raramente incluyen a los barrios más pobres y precarios. El 17% de la población mundial y el 33% de todos los habitantes urbanos, viven en asentamientos informales, entornos no planificados y viviendas precarias y, según ONU-Hábitat, se espera que para 2030 este número se duplique.
Si comparamos el PIB con la cuota de emisiones de gases de efecto invernadero de los países, en muchos casos se observa cómo la relación es directamente proporcional y, al mismo tiempo, inversamente proporcional a la población afectada; lo que pone de manifiesto temas de equidad, justicia social y derecho a la ciudad (Figura 1).

Esta misma relación ocurre a la escala local. En la mayoría de los casos, los asentamientos más pobres, precarios e informales se encuentran afuera de la ciudad planificada y carecen de infraestructuras públicas y servicios como agua y saneamiento. Esto expone a la población que vive en estos asentamientos a altos niveles de riesgo de enfermedades infecciosas, parasitarias y respiratorias, incendios accidentales, peligros naturales y contaminación… riesgos que se ven agravados por los efectos del cambio climático (Figura 2,3).


En los últimos años se han hecho importantes avances en repensar la ciudad informal. Desde el punto de vista teórico, se ha definido una terminología que acepta la naturaleza espontánea, cinética, popular y no formal de los asentamientos. Desde el punto de vista práctico, se han desarrollado estrategias de intervención para mejorar la calidad de vida, la seguridad y las oportunidades de sus habitantes. Hoy es fundamental incorporar de manera efectiva los criterios climáticos en las intervenciones urbanas.
La vulnerabilidad al cambio climático no sólo depende de las condiciones climáticas adversas, sino también de la capacidad de la sociedad de anticiparse, enfrentar, resistir y recuperarse de los impactos asociados a dicho fenómeno. Los barrios informales se encuentran en condiciones de mayor riesgo respecto a la ciudad formal. Por ello, las intervenciones de mejora realizadas con las comunidades pueden llevar a una condición de mayor resiliencia futura, gracias a una mejor funcionalidad de las infraestructuras y capacitación de los habitantes.
El espacio público juega un papel fundamental como plataforma para la acción cívica, el intercambio y el empoderamiento. Combinado con infraestructura verde, se transforma en un medio para mejorar la resiliencia social y ambiental de los barrios. Los habitantes de asentamientos espontáneos o informales, en muchos casos construyen sus casas y las mantienen, pero no hay quien construya el espacio público o asegure su mantenimiento por ser común. Es ahí donde existe la oportunidad de incidir con intervenciones que, además de consolidar estos espacios comunes y mejorar su usabilidad, puedan otorgar soluciones basadas en infraestructuras verdes, que sean más resilientes que las tradicionales. Por ejemplo, resolver la falta de pavimentación, no con concreto, sino con pavimentos porosos permeables. O incluir vegetación arbolada y superficies verdes productivas, tales como huertas.
Diseño Ecológico: Estrategias para la Ciudad Vulnerable
Si buscamos adaptar las ciudades al cambio climático (aumentando, por ejemplo, las superficies permeables, mejorando los desagües, asegurando el acceso al agua, protegiendo la biodiversidad y promoviendo estilos de vida distintos), debemos entablar un cambio estructural y emprender proyectos ambiciosos que busquen la integración más allá del trabajo en barrios específicos. Las estrategias de adaptación implican imaginar nuevas ecologías, economías y sociedades para anticipar condiciones futuras.
En este contexto, Diseño Ecológico: estrategias para la ciudad vulnerable es una publicación que reconoce esta realidad y presenta estrategias de intervención que permiten abordar directamente la desigualdad consecuencia de los efectos del cambio climático. Los invitamos a descargar este libro y pensar en los asentamientos informales como una realidad en desarrollo, integrándolas en las visiones de desarrollo urbano y anticipando sus futuras transformaciones.







Muy interesante, me parece buena idea implementar estas ideas en cada una de nuestras comunidades en países de América Latina