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El primer mandamiento en la generación de impacto social

Por Pablo Antón Díaz, Oportunidades para la Mayoría El primer mandammiento para las empresas y organizaciones que quieran generar un impacto social, es adoptar mecanismo para medirlo. Todas las líneas tienen la longitud perfecta hasta el momento que son medidas, y lo mismo aplica para cualquier inversión de impacto social. Las anécdotas sobre un puñado de beneficiarios pueden ser instrumentos útiles para atraer la atención de cierto público o inversionistas, pero la única manera certera de constatar si el trabajo invertido realmente tuvo un impacto relevante sobre la vida de las personas atendidas es a través de la medición sistemática.

El primer mandamiento en la generación de impacto social

[caption id="attachment_3374" align="alignright" width="286"]Jardin Azuayo, Ecuador Beneficiaries of visited project in Ecuador[/caption]

Sin embargo, a pesar de su relevancia, esta práctica no es aún tan común en el sector de inversiones sociales del sector privado. En cambio, la mayoría de reportes de impacto se centra en contar el número de unidades distribuidas o beneficiarios apoyados. Esto resulta insuficiente y termina por invalidar el propósito de lo que una “medición de impacto” realmente debería de ser: una fuente de información multidimensional sobre los beneficios que están siendo transferidos, su magnitud y su potencial de crecimiento.   

Las publicaciones sobre resultados que incluyen datos sobre el número de gente atendida y contienen historias alentadoras sobre algunos casos aislados de personas cuyas vidas fueron radicalmente cambiadas como resultado de la intervención de la organización (una práctica muy común en este sector), ciertamente pueden cumplir con toda cabalidad su propósito de promoción y mercadeo. Sin embargo, también pueden resultar engañosas al sobreestimar el verdadero impacto de la organización, ya que no hay manera de poder saber si la experiencia de los casos destacados es compartida por el promedio de los beneficiarios atendidos, o si estos fueron casos extraordinarios que se destacaron de todos los demás por pura suerte o cualquier otro factor no relacionado con la propia organización que publicó la historia.

¿De qué manera podemos realmente saber si el resto de los beneficiarios están mejor gracias a nosotros? Los resultados individuales pueden variar y cada experiencia es única e irreplicable. Pero ¿Al menos será posible conocer si los resultados en general fueron positivos para la mayoría de ellos? Es esencial poder entender cualquier efecto que sea atribuible a nuestra intervención, no solo por propósitos de supervisión o inclusive de promoción y mercadotecnia, sino para lograr conducir análisis relevantes que permitan mejorar la efectividad de nuestro producto o servicio e incrementar nuestra eficiencia operativa.

Para lograr esto, realmente tenemos que hacer un esfuerzo de entender quiénes son los miembros de nuestra población objetivo y cuáles son las distintas formas en las que interactúan con el producto o servicio ofrecido, en lugar de solamente intentar contar cuántos son (lo cual es simplemente un modesto primero paso).

Los métodos de evaluación y monitoreo utilizados para medir impactos sociales en el sector privado típicamente pueden ser divididos en dos extremos. De un lado, tenemos los sistemas de gestión de la información  con métricas estandarizadas que se utilizan actualmente como fuente para el tipo de reportes mencionados anteriormente. Estos instrumentos típicamente son limitados en el tipo de indicadores que pueden medir y están basados exclusivamente en datos reportados por las mismas compañías implementadoras. Por eso, en la mayoría de los casos apenas son capaces de contar el número de beneficiarios alcanzados, más de ninguna manera servirían para hacer una exposición sobre los beneficios que (supuestamente) fueron transferidos a ellos.

Del otro lado, tenemos a las evaluaciones de impacto y a su variante más de moda, los RCTs (experimentos aleatorios de control, por sus siglas en inglés), los cuáles son considerados por la academia especializada en temas de desarrollo social como la metodología más creíble para lograr cuantificar el impacto de cualquier intervención social. Durante la última década, los RCTs han gozado de la aceptación generalizada del sector como la mejor herramienta para determinar qué funciona y qué no en el campo del desarrollo internacional, y para refutar mitos y nociones preconcebidas erróneas. Su principal inconveniente, sin embargo, es que este tipo de evaluaciones pueden ser sumamente costosas y toman varios años en ser realizadas (si todo sale de acuerdo a lo planeado).

El objetivo máximo de la práctica de “medición del impacto” de nuestro sector debería ser poder encontrar un balance entre estos dos polos extremos: un equilibrio entre los datos compartidos por las compañías de nuestro portafolio, e información valiosa que nos otorgue lecciones y  conocimiento enriquecedor sobre los beneficios que logramos transferir a la gente. No obstante, parece ser que actualmente existen muy pocos esfuerzos en nuestro sector que estén intentando cerrar esta brecha. Para entender el por qué, necesitamos examinar el razonamiento detrás de la información que está siendo solicitada de las compañías apoyadas por parte de los inversionistas, la cual se enfoca principalmente en monitorear cómo se usaron los recursos y determinar cuántas vidas se tocaron. Sin embargo, desde un punto de vista analítico, hacer esta pregunta otorga muy pocas respuestas.

LATCO Banco Fotos BIDComo parte de mis esfuerzos por encontrar este punto medio, viajé recientemente a Ecuador con el propósito de mejorar el nivel de granularidad de la información que nos reportaba una de las instituciones financieras en nuestro portafolio, la cual trabaja con poblaciones vulnerables en zonas rurales. Después de reunirme con su departamento de contabilidad y revisar sus bases de datos internas, logré hacer un diagnóstico detallado sobre sus capacidades de reporte. Esto me sirvió para descubrir una vasta gama de información útil y detallada sobre los clientes, la cual desconocíamos hasta ese momento, y que podía ser complemetaria para entender mejor el impacto de las operaciones de la institución financiera.

Esta institución fomenta vínculos muy cercanos con su clientela y gracias a esto tienen acceso a más información sobre ellos y sus actividades económicas que el promedio de instituciones financieras; lo que enriqueció nuestro análisis sobre el impacto en los beneficiarios. Además, debido a esta conexión cercana, la institución también puede aplicarles con más facilidad un cuestionario de salida al momento que repagan su crédito, lo cual nos permitirá empezar a tener puntos de información sobre cada cliente para poder hacer el comparativo antes/después en algunas métricas de interés, como el nivel de ingreso y monto ahorrado. Para los productos para el mejoramiento o construcción de infraestructura comunitaria, también logramos obtener datos sobre el número de personas que beneficia directamente cada proyecto, y en ciertos casos, hasta logramos obtener datos que apuntan hacia una mejora en niveles de conocimiento técnico y tasas de empleo. De igual manera, encontramos también señales de cierta discrepancia en los niveles de eficiencia de algunos proyectos, al descubrir que sus costos habían variado considerablemente a pesar de que el uso de fondos y escala de los mismos eran muy similares.

Aunque es posible que nunca utilicemos esta información sobre impactos del proyecto propiamente en una evaluación de impacto rigurosa (y por lo tanto no podremos identificar con certeza si la causa de estas mejorías observadas es atribuible a los créditos otorgados), el que hayamos logrado recopilar estos datos sin incurrir en costos mayores será extremadamente enriquecedor para permitirnos hacer un análisis más completo y aumentar nuestra capacidad de hacer una medición más holística del impacto de su modelo de negocio.

En un sector dominado por especialistas financieros e inversionistas, es vital hacer todos los esfuerzos necesarios para promover un mejor entendimiento de los matices y las complejas interacciones en la creación de impactos social, rechazando aquellas posturas que insisten querer ver el beneficio social como un simple aditivo con el que se puede condimentar cualquier modelo de negocio (inclusive en aquellos casos donde el enfoque sea destinado a poblaciones de bajos recursos). Después de todo, la cruda realidad es que el impacto social no se genera simplemente por atender a gente de la base de la pirámide, y contar el número de beneficiarios de un proyecto tampoco es suficiente para probar su existencia.

Debemos hacer un esfuerzo para comprender las concesiones que existen entre los retornos financieros y los sociales. Necesitamos poder constatar que los productos o servicios que estamos distribuyendo están haciendo más bien que mal en el largo plazo, y que los beneficios que generan son sostenibles. Por último, debemos poder generar de manera más accesible mejores pruebas de qué es lo que mejor funciona cuando se trata de modelos de negocio de este tipo. No nos podemos dar el lujo de no aprender de nuestros errores. Este es aún un sector relativamente nuevo, y nos queda mucho camino por recorrer.

Con el objetivo de estimular la discusión alrededor de este y otros temas relacionados con inversión de impacto y el potencial de negocio y desarrollo en los mercados de la base de la pirámide, el BID celebrará el III Foro BASE en la Ciudad de México del 29 de junio al 1o de julio en el Centro Banamex.

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