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El potencial bancario de los flujos de divisas

En 2015, Guatemala recibió US$16.960 millones en divisas de exportaciones y remesas de familiares – una cifra  que multiplica por más de cinco el valor alcanzado hace apenas 15 años. Son flujos esenciales para la balanza comercial del país centroamericano y la tendencia apunta a que seguirán en alza: solo entre enero y agosto de este año ascendieron a un total de más de US$10.500 millones. Para los intermediarios financieros que facilitan su recepción, estas divisas representan una oportunidad única, si saben cómo canalizarlas.

Gran parte de los productos guatemaltecos como el banano, café, textiles y azúcar se exportan a  Estados Unidos (38%) y Centroamérica (28%), que se han convertido en los principales socios comerciales de Guatemala dada su cercanía geográfica.

Por otro lado, hay un número importante de emigrantes guatemaltecos que viven en el extranjero y que continúan mandando dinero a los familiares y amigos que han dejado atrás. Es una práctica con un impacto enorme para muchas personas en la región. Los 1,5 millones de guatemaltecos que están viviendo en el extranjero, por ejemplo, apoyan directa o indirectamente a un número estimado de al menos 4,5 millones de personas en su país natal.

Casi un cuarto del PIB

Más allá del plano social, los flujos de divisas tienen un impacto extraordinario en términos económicos, dado que representan un 23% del producto interno bruto de Guatemala. Entre otros beneficios, eso ha permitido mantener estable el tipo de cambio del quetzal en los últimos años.

Desde un punto de vista financiero, los flujos de divisas también representan una oportunidad para los intermediarios financieros que facilitan su envío, ya que pueden vender su derecho de recibirlos cuando entran del extranjero.

Al contrario de lo que se podría pensar, es una práctica que no afecta a los destinatarios finales. Un banco siempre tendrá la obligación de pagar con prontitud al destinatario de una transferencia. Solo que, además de ingresar el dinero en las cuentas de sus clientes, puede empaquetar el derecho de recibir los recursos de los bancos extranjeros para emitir deuda en forma de notas o préstamos.

Es un mecanismo innovador que se conoce como diversificación de derecho de pago (DPR, por sus siglas en inglés). No solo garantiza el pago al destinatario final, sino que además ofrece la posibilidad de emitir deuda a largo plazo y atraer nuevos inversionistas a la región.

Ampliar los plazos de financiamiento

El Banco Industrial en Guatemala es uno de los bancos comerciales que aprovechó esta estructura para ampliar sus plazos de financiamiento. En 2013, esta institución guatemalteca emitió un préstamo a diez años por un valor de US$450 millones. El préstamo fue adquirido por un grupo de inversionistas internacionales que incluye al brazo privado del Grupo Banco Interamericano de Desarrollo (BID) – ahora organizado bajo la Corporación Interamericana de Inversiones (CII).

Es una inversión interesante para las grandes multilaterales, porque no solo las permite impulsar el financiamiento de sectores estratégicos a largo plazo, sino que también estimula y apoya el desarrollo de los mercados de capitales locales.

Además de calzar sus operaciones en Guatemala, el Banco Industrial usa los recursos de la nota para aumentar el acceso a crédito para pequeñas y medianas empresas, con enfoque especial en las áreas rurales y en los negocios liderados por mujeres.

Dado su concepto innovador, la estructura financiera ha sido replicada en otros países centroamericanos. En El Salvador, por ejemplo, Banco Davivienda aprovechó el mismo modelo para emitir un préstamo de US$150 millones, en el cual el Grupo BID participó con la adquisición de US$50 millones. Otros intermediarios financieros, sin duda, seguirán sus pasos.

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Autores

Mónica Landaeta

Mónica Landaeta es oficial de monitoreo de portafolio de mercados financieros en BID Invest. Posee amplia experiencia en seguimiento de préstamos a

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