*Paolo Valenti
La vida moderna puede ser un freno a la creatividad. Las empresas u organizaciones que entienden que la creatividad es un aspecto fundamental para la competitividad y el crecimiento harían bien en contrarrestar los efectos de tanta modernidad. Comencemos por autodiagnosticarnos.
Pensemos en nuestros hábitos diarios en el ambiente de trabajo. Nos daremos cuenta rápidamente de que hay un importante desequilibrio entre lo que consumimos y lo que creamos a diario. Consumimos mucho más de lo que creemos, infinitamente más. A diario consumo noticias en la web, noticias vía email, cientos de emails, posts, anuncios, notificaciones, llamadas, actualizaciones, tweets, intercambios en redes sociales, y mucho más. Sin contar con los consumos fuera del horario laboral: música, películas, blogs, más noticias, más redes sociales, compras en la red, mis amigos y familiares. Y así, me paso el día entero consumiendo contenidos.
Hay estudios que señalan que el consumo y los estímulos excesivos a los que estamos expuestos nos causan fatiga. En promedio tomamos unas 300 decisiones diarias. Cada clic es una decisión, algunos mecanismos están tan entrenados que se necesitan unas milésimas de segundo para saltar de una decisión a la otra. Los grandes medios de comunicación, con el afán de adaptarse a esta nueva realidad, están ensayando nuevos formatos y contenidos que se digieran rápido. Tanto consumo ocupa de forma importante nuestra mente, en un incesante proceso de toma de decisiones. La era del clic supone escoger a diario qué leer, qué comentar, qué actualizar, qué responder, qué comprar, qué navegar, qué mirar, qué compartir.
Los 300 clics mentales que realizamos a diario absorben una parte importante de nuestra capacidad intelectual, y por consiguiente la limitan. Todo ese tiempo que le destinamos a decidir, y así ser parte de un mundo virtual lleno de estímulos, nos quita tiempo para la creación, incluso para inventar nuevos clics. La capacidad neuronal que podríamos haber dirigido a la creación de nuevas ideas se agota completamente por nuestros hábitos de consumo y falta de tiempo.
Pero hay un elemento más que está asociado a esta cantidad de decisiones diarias, la velocidad. En “Deep Work – Rules for focused success in a distracted world”, el libro de Cal Newport, nos muestra que si nuestra atención se desplaza constantemente atendiendo diferentes estímulos, cuando llega el momento de hacer un trabajo profundo, nuestra capacidad se ve limitada y se vuelve superficial. Es como si todos nos convirtiéramos en atletas que fuman.
Ser individuos multitarea, y a estas velocidades, termina por imponer un ritmo intenso del cual parece imposible desacelerar. La creatividad necesita de velocidades muy bajas. Sin pausas prolongadas afectamos nuestra capacidad creativa en todos los órdenes de la vida. La gente tiene que aprender a hacer esas transiciones, y no podemos pasar de forma inmediata de un estado clic (consumo y velocidad) a un estado creativo sin la debida transición.
En muchos trabajos, los empleados deben administrar varios proyectos o tareas al mismo tiempo. Un día típico de trabajo a menudo implica el cambio entre varias actividades, incluidos los proyectos, tareas y reuniones. Sophie Leroy, explora en sus investigaciones la forma en como el diseño del trabajo afecta el rendimiento individual, centrándose en el reto de cambiar la atención de una tarea a otra. Según lo revelado por sus experimentos, la gente tiene que dejar de pensar en una tarea con el fin de hacer una transición completa de su atención y así lograr un buen desempeño en otra. Sin embargo, terminar una tarea antes de cambiar a otra no es suficiente para activar transiciones eficaces. La presión del tiempo es otro factor a tener en cuenta.
A mí me cuesta cada vez más leer, leer en el sentido tradicional de la palabra, es decir tener la capacidad de pasar varios minutos disfrutando de un mismo material escrito. Es paradójico, porque es muy probable que hoy lea mucho más que en el pasado, que sepa por día muchas más cosas que las que sabía hace diez años, pero sin embargo es un saber a un nivel muy superficial, de titulares, sin profundidad de análisis y comprensión, ya sea por no encontrar las formas, los estímulos o la voluntad suficiente para entregarme a una lectura real.
Esta acumulación de satisfacciones reiteradas, intensas y de muy corto plazo seguramente están afectando a nuestra psiquis. La investigación de Simon Sinek predice que las futuras generaciones estarán mucho más expuestas a la depresión, a la ansiedad social y a la incapacidad de comunicarnos socialmente, producto de estos factores. La insatisfacción con nuestros empleos, y por consiguiente un deterioro del ambiente de trabajo, de su capacidad creativa, se deberá cada vez más a las presiones del entorno que a la realidad misma del día a día en la oficina o fábrica. Un ambiente laboral creativo y agradable no lo resolvemos con luz natural, espacios abiertos al intercambio de ideas, un buen café gratis, o una mesa de ping pong; se necesitará trabajar mucho más en encontrar nuevas formas de autosatisfacción. Está demostrado, por ejemplo en los trabajos de Kelly McGonigal sobre el estrés, que las redes sociales generan una muy baja satisfacción en la vida de las personas.
En pocas palabras es como decir que el trabajador creativo es aquel que se alimenta bien. Si tiene una dieta rica en grasas, poco variada y sólo se alimenta de comida rápida, su salud a la larga se verá afectada. La creatividad necesita de una dieta rica en verduras, frutas y de mucho ejercicio físico.
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*Paolo Valenti es especialista líder en modernización del Estado e innovación del Banco Interamericano de Desarrollo.
Imagen: jesadaphorn
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