Por Ángela Fúnez
A menudo nos preguntamos ¿por qué tantos niños y jóvenes no asisten a la escuela? o ¿Por qué hay escuelas sin maestros capacitados? Sin embargo, pocas veces nos preguntamos acerca de los desafíos que tienen las familias pobres en comunidades remotas para que sus hijos asistan a la escuela e incluso lo difícil que es para las autoridades proveer servicios educativos adecuados.
Juana Santos vive en la comarca indígena Ngäbe-Buglé ubicada a 300 km al oeste de la ciudad de Panamá y le preocupan dos cosas: que sus hijos Magdiel y Hector se preparen con una buena educación y que regresen con vida a casa después de asistir a la escuela. Para asistir a clases, Magdiel y Hector deben recorrer un largo y riesgoso camino que incluye cruzar ríos caudalosos y puentes colgantes improvisados. En esa comarca, hay estudiantes que caminan hasta tres horas para llegar a la escuela y muchos lo hacen con el estómago vacío.
Magdiel y Hector estudian en una de las 17 escuelas que el BID y el Ministerio de Educación de Panamá rehabilitaron recientemente a un costo de 10 millones de dólares. Una tarea que a simple vista pareciera fácil pero debido a la geografía montañosa de la zona resultó ser una hazaña. De hecho, los accesos eran tan difíciles que se usaron helicópteros para transportar algunos materiales de construcción y el contratista tuvo que abrir caminos con equipo pesado para entrar a las comunidades más remotas.
Las obras fueron posibles por el involucramiento de los miembros de las comunidades beneficiarias, que ayudaron con la carga y transporte de los materiales. “Yo con mis propias manos ayudé a construir esta escuela,” dice Esmeralda, una líder indígena de Llano Bonito. “Sacaba arena y cascajo del río, llenaba este balde que llegaba a pesar unas 70 libras y hacía unos 10 viajes por día”. El trabajo de Esmeralda era recompensado económicamente por parte de la constructora.
Hoy, esta comunidad cuenta con una nueva escuela, los estudiantes y los docentes están más motivados para enseñar y aprender. Las nuevas instalaciones de concreto, los salones de clase con baldosas, ventanas y cielo raso, están a la altura de las escuelas de países desarrollados, y contrastan con la antigua escuela ubicada a unos 150 metros, una especie de galpón, con paredes de adobe, piso de tierra y bancas de madera resquebradas. Estudios demuestran que hay una relación directa entre la calidad de la infraestructura de los espacios educativos y la mejora en los niveles de aprendizaje de los alumnos.
“Ahora tenemos nuevos dormitorios, con closet para poner la ropa, hasta me siento mejor que en mi propia casa”, dice sonriente Zuleyka Lopéz, profesora de la escuela Batata a una hora en auto de Llano Bonito. El viejo dormitorio alojaba a tres maestros, la ropa la colgaban de una viga del techo y dormían sobre tres catres de varilla empolvados de tierra. No tenían electricidad, ni baño y peor aún, tienen que pasar allí entre una y cuatro semanas sin ver a sus familias. La docencia en estas escuelas no es un trabajo cualquiera, es una verdadera vocación, pero no es fácil para las autoridades encontrar maestros dispuestos a asumir el reto.
Magdiel es alumna de 5to grado de la profesora Zuleyka y ahora asiste mucho más animada a clases. “Mi salón ya no tiene piso de tierra, es más fresco e iluminado con las nuevas ventanas de vidrio corredizas”, comenta muy alegre. La profesora Zuleyka recuerda que anteriormente cuando llovía sus alumnos se mojaban y el ruido de la lluvia sobre el techo de aluminio no permitía dar clases. La escuela también cuenta con nuevos materiales educativos y guías para los docentes. “Estamos rompiendo el ciclo de pobreza en esta comarca”, comenta entusiasmado Tomas Bermúdez, Representante del BID en Panamá durante una de las inauguraciones.
Juana Santos compartió con mucha tristeza que ninguno de sus 10 hijos ha terminado la secundaria. Magdiel y Hector- los dos menores- están más cerca de lograrlo; no solo por las nuevas instalaciones educativas pero también por la ampliación de los grados de secundaria en la escuela El Peñon ubicada a pocos kilómetros de su comunidad, que pronto estará lista. Magdiel cuenta ahora con las condiciones para realizar su meta de ser maestra, sin tener que salir de la comarca, ni dejar a su mamá. Ambos tienen ahora la posibilidad de ser los primeros en su familia con un diploma escolar, el pasaporte para salir de la pobreza y tener las oportunidades que sus antecesores no tuvieron.
Angela Funez es especialista sénior en comunicaciones del Banco Interamericano de Desarrollo.
Gloria Bejarano dice
Un caso muy interesante para quienes trabajamos en áreas de difícil acceso en Panamá por la calidad educativa.
Me gustaría que dieran a conocer como han abordado la calidad educativa desde el sentido y significado de la Educación Intercultural Bilingüe EIB, será de mucho provecho si nos comparten de que manera estas escuelas de calidad trabajan el curriculo pertinente EIB en preescolar y escuela básica. Esta ha sido una lucha de los pueblos indígenas de Panamá desde hace muchos años, tengo entendido que existen experiencias valiosas con publicaciones y producción de materiales. Considero la apropiación y re apropiación de su lengua es un punto neurálgico en la historia de una escuela occidentalizada para los pueblos indígenas.