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Casas en riesgo al margen del Río Turrialba, Costa Rica. Foto: Shanna Edberg
Imagina que tu ciudad fuera afectada por una tormenta, y el 80% del terreno quedara sumergido bajo el agua. En 2007, esta pesadilla se hizo realidad en el estado mexicano de Tabasco, cuando tres días de lluvias causaron una inundación que duró 100 días en la ciudad de Villahermosa. Después de que las aguas bajaron, las pérdidas totales le costaron al estado de Tabasco casi un tercio de su PIB estatal.
Desafortunadamente, este escenario puede repetirse otras ciudades latinoamericanas. Existen dos tendencias globales que, al combinarse, incrementan de forma significativa el riesgo de inundaciones: por un lado, cada vez más personas se están desplazando a ciudades costeras, y por otro, cada vez son más marcados los efectos del cambio climático.
Entre 1995 y 2005, el número de personas que viven en zonas costeras alcanzó el 35% a nivel mundial, y la cantidad de mega-ciudades ubicadas en las costas aumentó de 2 ciudades en 1950 a 15 ciudades en 2010.[1] Asimismo, el calentamiento global ha llevado a un aumento en el nivel del mar y en su tasa de evaporación, lo cual implica que más agua será extraída del suelo ocasionando la degradación de las tierras, y más vapor del agua se concentrará en la atmósfera dando lugar a tormentas más pesadas.
Esquema del ciclo del agua. Fuente: USGS.gov
Hoy en día, las inundaciones son los desastres naturales más frecuentes. La combinación de estas tendencias en la precipitación y en la población convertirá a las inundaciones en fenómenos aún más peligrosos. Se predice que los daños mundiales producidos por las inundaciones se multiplicarán desde $6 billones cada año en 2005 hasta $1 trillón cada año en 2050.[2]
En el caso de México, las tres ciudades con mayor riesgo de inundación en el país son Villahermosa en el estado sureño de Tabasco, Veracruz en la costa este, y Tapachula en Chiapas[3]. Hasta mediados de la década de 1990, las inundaciones en Villahermosa, Veracruz, y Tapachula ocurrían regularmente, cada dos años, sin ocasionar grandes daños. Pero al final de los noventa y hasta el presente, el número de inundaciones y sus daños asociados han crecido dramáticamente. Por otra parte, la población de estas ciudades creció más rápidamente que lo previsto, colocando más gente en un área de riesgo. Durante toda la primera década de 2000, mientras sus economías, capital humano, y poblaciones crecían, estas tres ciudades sufrieron una serie de inundaciones devastadoras.
Me llama la atención que Tapachula y Veracruz han sido víctimas de casi el mismo número de inundaciones en las últimas décadas, pero que Tapachula haya sufrido más del doble de los daños.[4] Es posible que el alto nivel del desarrollo humano y la riqueza relativa de Veracruz ayudaron a prevenir pérdidas severas, quizás por la mejor calidad de su infraestructura y/o la mejor habilidad de recuperar.
Otros estudios han hallado una conexión entre la vulnerabilidad a las inundaciones y las condiciones socio-económicas. Por ejemplo, en unas comunidades que vivían cerca del río Meghna en Bangladesh, el nivel de pobreza, desigualdad, y falta de acceso a la tierra fue equivalente al nivel de sufrimiento de las casas cuando hubo una inundación [5]. Estos hallazgos nos indicar algunas posibles soluciones a esta situación.
En Tabasco, tras las inundaciones de 2007, se implementaron muchas estrategias: muchas familias se trasladaron a zonas más seguras, se construyeron nuevas defensas como derramaderos, y se empezó un programa de reforestación. Sin embargo, estos proyectos son reactivos y no toman en cuenta la realidad socio-económica de la ciudad.
La cuestión es, en vista de que las ciudades emergentes siguen creciendo, ¿de qué manera pueden incorporar en su gestión el buen manejo de los riesgos de las inundaciones? ¿Hasta qué punto es posible hacerlas más resilientes?
Muchas ciudades han realizado esfuerzos exitosos para enfrentar los riesgos de las inundaciones. ¿Conoces algún ejemplo? ¡Cuéntanos!
Shanna Edberg trabaja para el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, un fondo fiduciario que colabora con el BID y otras organizaciones para mejorar el medio ambiente. Tiene una maestría en estudios latinoamericanos y economía internacional de Johns Hopkins SAIS. Su experiencia anterior incluye proyectos de REDD, sostenibilidad urbana y mitigación del cambio climático.
[1] Goudarzi 2006, “Flocking to the coast: world’s population migrating into danger,” Live Science.
[2] Hallegatte et al 2013, “Future flood losses in major coastal cities,” Nature Climate Change.
[3] Disaster Information Management System, www.desinventar.net.
[4] Determinados por el número de casa dañadas o destruidas.
[5] Brouwer et al 2007, “Socioeconomic Vulnerability and Adaptation to Environmental Risk: A Case Study of Climate Change and Flooding in Bangladesh,” Risk Analysis. Available in: http://dspace.ubvu.vu.nl/bitstream/handle/1871/32126/199336.pdf?sequence=1
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